Fotografía de la felicidad

Bruno Marcos escribe sobre el documental que Isabel Barrionuevo e Ismael Aveleira han realizado acerca de la saga de fotógrafos leoneses de la familia Gracia

Bruno Marcos
16/10/2021
 Actualizado a 16/10/2021
Fotografías de Germán Gracia y Olaf Pla Gracia fechadas en 1890 y 2002-2003, respectivamente. | COLECCIÓN FAMILIAR
Fotografías de Germán Gracia y Olaf Pla Gracia fechadas en 1890 y 2002-2003, respectivamente. | COLECCIÓN FAMILIAR
Uno de los primeros usos que se dio a la fotografía fue el de retratar a los muertos. Como los romanos hicieron máscaras mortuorias vaciadas directamente del rostro del difunto para recordar a sus mayores, las gentes del siglo XIX, una vez inventada la manera mecánica de copiar la realidad, desearon conservar una imagen de las personas a las que no volverían a ver; pero esas imágenes tenían poco valor como recuerdo pues las personas fallecidas rara vez se parecen a ellas mismas animadas por la vida, eran más bien un recuerdo de la muerte.

En cuanto fue posible, después de que se añadieran rápidamente mejoras técnicas y se popularizara universalmente el uso del medio fotográfico, se quisieron capturar los momentos de felicidad. Los estudios fotográficos crecieron por todo el mundo para dejar constancia de la juventud y la belleza en los momentos mejores de la vida. Muchas veces nuestros antepasados nos parecen en las tomas antiguas más elegantes y más guapos que nosotros porque se mandaban hacer muy pocas y eran algo muy especial para ellos: se vestían con sus mejores trajes y acudían a un profesional que ponía en funcionamiento pequeñas escenografías que iluminaba suavemente con luces naturales que entraban por claraboyas o galerías acristaladas y, además, se añadía el retoque. Construían una imagen mucho más cercana a la pintura que a la realidad porque actuaban en sus maniobras siempre con una intención estética.

En el documental que han realizado Isabel Barrionuevo e Ismael Aveleira recientemente se narra la historia visual de una saga de fotógrafos que recorre cuatro generaciones, la de los Gracia, que arranca con Germán, autor pionero que abrió uno de esos estudios en nuestra ciudad. En las imágenes del bisabuelo se ve el final del siglo XIX, son fotografías pictorialistas. Como muchos de los primeros fotógrafos Germán fue antes pintor y hay que tener en cuenta que sólo existía entonces la pintura como antecedente y referencia visual para quienes iban a trabajar con la nueva imagen fotográfica. En las instantáneas de su hijo, Pepe Gracia, el abuelo de la saga, va entrando más la realidad, como en la conocida reproducción en la que se ve al alcalde Miguel Castaño en el balcón del ayuntamiento el día de la proclamación de la república, y queda plasmada la felicidad de los años veinte y treinta hasta el punto de la comicidad, como en las parodias fotográficas de las muertes en la calle Matasiete. En las de la hija, Belita, se presentan composiciones más fragmentarias, poéticas y simbólicas; mientras que el nieto, Olaf, más de cien años después, explora el mundo de los viajes, los tatuajes o el motociclismo.

En el mediometraje ‘Tiempo de Gracia’ escuchamos, en boca de algunos de los miembros de esta familia que hizo de la fotografía su medio de vida y expresión, el relato del tiempo capturado, vemos pasar la hojas de un álbum que se extiende a lo largo de más de un siglo como repasamos de vez en cuando nuestros propios álbumes, ordenados en torno a momentos especiales, visiones de la felicidad, que intentamos fijar con una cámara, como se ha deseado desde la invención de la fotografía hasta la actualidad.
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