Fallece Elena Santiago, dama del Órbigo y de las letras leonesas

Por Natalia Álvarez Méndez

Natalia Álvarez Méndez
03/01/2021
 Actualizado a 03/01/2021
| AMANDO CASADO
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En Ángeles oscuros (1998 Edilesa), Elena Santiago recupera la infancia desde la perspectiva autobiográfica, pero apoyando esa escritura en un aire de literatura inevitable y afirmando que lo inventado por ella es tan cierto como lo real. En sus páginas no solo ofrece un retrato del mundo de posguerra, sino también la imagen de los miedos y de la peculiar sensibilidad de la escritora, que se desborda ante la contemplación de la muerte y la desolación de su entorno: “Sonreía mamá al contarme que desde que nací lloraba lágrimas de dos en dos (nunca resbalando de una en una). Y me lo seguiría contando de mayor, aunque temiendo ya, que habría ido descubriendo la razón de tanto llanto junto”. Tras aprender los lectores en su poesía y en su narrativa que la vida era eso, la incongruencia de la mezcla de luto y de felicidad, de muerte y de cerezas, hoy es día para llorar lágrimas de dos en dos ante la noticia del fallecimiento de Elena Santiago en la tarde del tres de enero de 2021, a falta de poco más de un mes para que cumpliera los ochenta años.

Figura destacada de la Generación del 68, esta Hija Predilecta de Veguellina de Órbigo, fue reconocida con diversas distinciones, como el galardón “Rosa Chacel” por el conjunto de su obra en el año 1998, el premio “Provincia de Valladolid a la Trayectoria Literaria” concedido en el año 1999 y el premio “Castilla y León de las Letras” 2002.

Cultivó el artículo, la poesía y el cuento, aunque destacan sus novelas, con títulos y premios como La oscuridad somos nosotros, premio “Ciudad de Irún” 1976 (1977 Caja de Ahorros de Guipúzcoa, San Sebastián), Ácidos días, premio “Novelas y Cuentos” 1979 (1980 Magisterio Español), Gente oscura, premio “Miguel Delibes de Narrativa” y finalista del premio “Ateneo de Sevilla” 1980 (1981 Planeta), Una mujer malva, premio “Ciudad de Barbastro” 1979 (1981 Bruguera), Manuela y el mundo, premio “Felipe Trigo” 1983 (1985 Badajoz Universitas), Alguien sube, premio “Ateneo Ciudad de Valladolid” (1985 Ayuntamiento de Valladolid), Veva (1988 Lumen), El amante asombrado (1994 Lumen), Amor quieto (1997 Lumen), Asomada al invierno (2001 Espasa Calpe), La muerte y las cerezas (2009 Menoscuarto ediciones) y Los delirios de Andrea (2019 Eolas ediciones).

Su original y singular estilo consolida una voz personal que penetra en la complejidad de la realidad y del ser humano. Sobresale en su discurso el compromiso ideológico, una implicación con la problemática del pasado reciente y con el testimonio de las restricciones existenciales e intelectuales propias de la posguerra en ámbitos rurales cerrados. Junto a ello, su compromiso estético, el desarrollo de la imaginación, hace derivar ciertos pasajes de sus libros hacia tonalidades fabulosas –surrealistas, fantásticas y oníricas–, recurso mediante el que se confronta lo imaginario a lo real, quebrando la linealidad de la peripecia con la introducción de ensoñaciones, relatos de aventuras o alusiones literarias.

Fiel a su poética –“Yo que quería ser pájaro o ángel cuando fuese mayor para no romper los calcetines, acabé siendo escritora desde los once años seducida por la imaginación y las palabras. Busqué y sigo buscando el pulso necesario, la intensidad y la fascinación, para convivir con unos personajes de lágrimas y realidad, envueltos en algunas nieblas”–, consagró su obra a la calidad estética por encima de cualquier consideración al frío de los mercados literarios, hecho que, sumado a su condición de mujer, la invisibilizó en cierto grado en el panorama literario.

Un justo homenaje a su trayectoria, que tuvimos que aplazar desafortunadamente por la pandemia, tendrá lugar en unos meses con la tristeza de no poder contar ya con su presencia. Pero la buena literatura permanecerá, y será Elena Santiago una de las escritoras de Castilla y León a las que se consagrará una exposición a partir de marzo de 2021 por mediación del Instituto Castellano y Leonés de la Lengua que, con el lamento por el ostracismo al que parecía condenada la escritora, proyecta desde hace tiempo reparar lo que Gonzalo Santonja, director de dicha entidad, considera como un cierto olvido a todas luces injustificable, palabras de las que muchos admiradores de la obra de Elena Santiago nos hacemos eco.
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