Omañés de esos que sienten a su tierra. De muchos se dice que la llevan en el alma, en el caso de Jesús se podría decir que la recorre a través de los recuerdos, los mismos con los que reconstruye su vida casi paso a paso, etapa a etapa. Allí, ordenados a su manera, está el pupitre de la escuela, la enciclopedia de Álvarez, El Parvulito, la bicicleta de su padre que fue el forestal de la zona, el carro con las chapas de haber pagado el impuesto correspondiente, cestas, cestos, un juego de bolos, la vieja Moto Gucci Hispania 65 que es una joya, el Seat 600 que toda familia que se precie tuvo o una bolera pinada con sus bolos y bolas que recuerda el ocio comunal, las diversiones que había en aquellos pueblos que Jesús conoció mucho más poblados, "cuando teníamos escuela, mixta, en la que recuerdo perfectamente a varias maestras, que duraban poco tiempo en el pueblo pues iban buscando otros destinos mejores, imagino".
Jesús Martínez Mallo, al que los estudios fueron alejando temporalmente de su Garueña natal, siempre tuvo a su pueblo como referencia y ‘puerto’ de regreso. "Primero fui a los Jesuitas, después hice lo de Forestal y mientras trabajaba estudié Derecho y saqué otras oposiciones de funcionario de la Junta. Estuve muchos años en Zamora".
– Buena tierra.
– No lo dudes.
Con esa biografía, con la vinculación familiar con la tierra, con Zamora y Omaña ardiendo, no es necesario explicar el dolor por los incendios de este omañés que regresa a Garueña en primavera y se va "el día que cambia la hora; oscurece a media tarde, no queda casi nadie en el pueblo... es una pena".
Jesús Martínez Mallo ha llevado su pasión por su tierra y sus recuerdos a un libro que ya tiene acabado, pero sin ninguna pretensión de publicarlo. "Es como un desahogo personal, también una serie de recuerdos para los míos y la gente que le pueda interesar saber cómo fue aquella vida, aquellas costumbres, aquellos recuerdos; datos que he tomado en diversos archivos, sobre todo los diocesanos, que son muy completos".
Una forma de vida.