Los personajes del tío Ful: Isabel, última vecina de Casetas

Es la última resistente del antiguo poblado minero, tan entrañable como acogedora e irrepetible, trabajadora desde niña, con una increíble capacidad para superar las secuelas de la polio

Fulgencio Fernández y Laura Pastoriza
06/01/2024
 Actualizado a 06/01/2024
https://youtu.be/5OQfcYMdOx8?si=UGx0HqmKTBLX-9Ts

Si hubiera una definición para lo que es «un ser entrañable» sería Isabel Fernández, de Casetas. Si hubiera una vida que definiera a una mujer trabajadora, desde niña, capaz de superar todas las dificultades, incluida la de una polio infantil que le dejó una evidente cojera: sería la vida de Isabel Fernández, la última vecina de Casetas, aunque, explica, «también vive en el poblado una hija y el yerno, pero son pescaderos y marchan al amanecer y regresan de noche».   

- Trabajo desde niña pues siempre tuve responsabilidades a mi cargo. Mi madre falleció cuando yo tenía seis años y mi padre se casó otra vez y fue ‘reponiendo’ hijos, éramos nueve y yo la mayor, los fui cuidando a todos.  

Así comenzó la vida de Isabel, marcada por las secuelas de la polio. «Con catorce años marché a servir, para unos señores de León  y después otros de Valladolid» y a los veinte años se casó con Maxi, un minero del poblado Casetas al que llamaban ‘El Grillo’, por su afición a cantar en el tajo... y fuera.

Casetas era un poblado minero, en el que vivían familias que en su gran mayoría trabajaban en las minas del recordado Esteban Corral. «Había mucha gente, aquí teníamos de todo; había escuela, supermercado, bar, una de las primeras televisiones que hubo en la comarca, la primera creo que estaba en Cistierna y a los pocos días ya la había en Casetas».

En aquel poblado casi todo era de ‘la empresa’, incluido el agua, e Isabel, y otras mujeres del poblado, tenían que ir a lavar a la fuente con agua fría, más bien helada en invierno. Por eso recuerda como uno de los días más felices de su vida cuando «entró el agua en las casas: aquel día lloré de la emoción», dice esta mujer  que entretiene el día escuchando la radio, sobre todo; leyendo, cosas de la mina y de León y algo la televisión, poco, porque ha tenido problemas de la vista y «solo pongo atención cuando salen cosas de León de verdad».

Y en cuanto pase la crudeza del invierno comenzará con su gran pasión: cuidar las flores y cultivar en su huerto de jaulas recicladas cebollas, lechugas, puerros... 

Y, por supuesto, cuidar de las gallinas, «que ponen bastante».
 

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