Los personajes del tío Ful: Amancio, autor de 'La negrilla'

Amancio González es el padre de uno de los símbolos de la ciudad, ‘La negrilla’ que descansa en la plaza de Santo Domingo y que también es la imagen de La Nueva Crónica

Fulgencio Fernández y Laura Pastoriza
02/12/2023
 Actualizado a 03/12/2023
https://youtu.be/HBrwkkQkI_I?si=k-NY582Dm0jPU8Ra

Amancio —González y de Villahibiera— es un tipo grande como sus obras más conocidas. Grande no solo en lo físico, que también, sino fundamentalmente en lo humano, lo cercano, lo cordial, lo paisano, un tipo que llega de su taller de Lorenzana de manejar la radial o la soldadora, tal vez la motosierra cuando vuelve a sus orígenes y trabaja la madera. Madera, por ejemplo, de vieja negrilla, como la que le inspiró para una de sus primeras obras, que se convertiría en un símbolo de la ciudad, ‘La vieja negrilla’ que hoy es ‘La negrilla’ y pocos leoneses quedarán sin haberse hecho una foto entre sus enormes brazos, sentado en su regazo. 

Escultura que nació de hormigón hasta que alguien cogió la rotonda de frente y la destrozó para que renaciera la actual que, curiosamente, no había sido creada para la ciudad de León. «Formaba parte de un Parque Escultórico que se iba a hacer en Trobajo y se quedó por el camino... La negrilla acabó en Santo Domingo y parece que los leoneses la aceptaron con agrado». 

Esa suma del paisano noble y el excelente artista, unido a la vecindad entre la sede del periódico y la escultura, hicieron de la negrilla un símbolo para La Nueva Crónica, que acaba de cumplir 10 años con esta escultura como seña de identidad. «Fue un orgullo que me lo pidiera David, no podía decir que no a un amigo al que había conocido en el taller de Barrio de Nuestra Señora, y a la vez era una responsabilidad. Espero haber ‘cumplido’». 

"Tengo obras por unos cuantos países y ciudades, ahora lo que me apetece es llevar obras a pequeños pueblos, despoblados, del tipo de la del cementerio de Algadefe"

 

Amancio González, leonés de Villahibiera, ferroviario en sus inicios, aspirante a músico y alumno del gran Alejandro Vargas, que fue quien le llevó por los caminos del arte y la tertulia, es uno de los artistas urbanos más buscados, siempre con un sello de identidad en sus trabajos, «aunque he ido dulcificando los gestos de las figuras humanas como la vida se ha ido dulcificando pues ahora puedo decir que, estando en mi taller, soy un tipo feliz que hace lo que más le gusta»; y que también le gusta a paseantes de «un buen número de países y provincias, con Internet ya no hay fronteras, pero que últimamente me apetece tener obra en pequeños pueblos, despoblados, como la que hice en Algadefe». 

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