LNC Cofrade: Vestir a la virgen

Las Vírgenes de candelero cambian su atuendo varias veces al año

Xuasús González
25/02/2023
 Actualizado a 25/02/2023
Aitor Álvarez Bardón, vistiendo de hebrea a la Virgen de la Misericordia | L.N.C.
Aitor Álvarez Bardón, vistiendo de hebrea a la Virgen de la Misericordia | L.N.C.
Probablemente no caigamos en la cuenta, cuando nos encontramos ante una imagen de candelero –o de vestir–, de todo lo que hay detrás; especialmente si es de la Virgen María. ¿Que por qué se viste? Más allá de lo obvio –no tiene cuerpo tallado–, para dotarla de alguna manera de ‘personalidad’ y acercarla al pueblo…; de hecho, cambia su atuendo varias veces al año, principalmente en función del tiempo litúrgico: con ropas de mayor o menor ‘riqueza’; con más o menos joyas; con corona, con diadema, o con aro; con tonos azules por la Inmaculada; de luto en noviembre; de reina, con sus mejores galas, para la procesión… De ello se encargan vestidores y camareros; y, dependiendo del ajuar de la imagen, las posibilidades se multiplican...

La tradición de vestir a la Virgen se dice que se remonta al segundo tercio del siglo XVI, cuando Isabel de Valois –la tercera esposa del rey Felipe II– encargó a Gaspar de Becerra en 1565 la reproducción, en imagen de candelero, de un lienzo de la Virgen de la Soledad que había traído consigo de Francia, que fue después vestida con un traje de luto de María de la Cueva, condesa viuda de Ureña y camarera mayor de la reina. Y será ya en el siglo XIX cuando se definan las tres piezas principales del atuendo de la Virgen –saya, manto y tocado– y se comience a innovar en la manera de vestirla.

Aitor Álvarez Bardón es el vestidor de la Divina Gracia de la Redención y de la Misericordia de la Bienaventuranza –lo fue también de la Soledad de Angustias–, y lleva más de un cuarto de siglo en el oficio. Y con él tuvo ocasión de coincidir LNC Cofrade, precisamente el día en que iba a vestir de hebrea a la Virgen de la Misericordia para esta Cuaresma.
Siempre sigue el mismo ‘ritual’. En un ambiente íntimo –no faltan incienso, velas ni música cofrade–, después de rezar y una vez desvestida la imagen, comienza a colocar, sobre las enaguas, la saya, el pecherín, el manto… Y el rostrillo que, sin duda, es lo más complicado: partiendo de una tela lisa, con innumerables alfileres va haciendo –uno a uno– todos los pliegues, hasta que quedan a su gusto. Y con su estilo. Por último, tras los retoques finales –colocar el pañuelo, el aro…– la Virgen es situada en su lugar habitual, desde donde recibirá las oraciones de sus devotos. Empezando por la del vestidor y camareros, con la que concluye su labor… por el momento.

Lo más leído