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Hace 1700 años, el Primer Concilio de Nicea estableció la fecha de la Pascua

17/05/2025
 Actualizado a 17/05/2025
Primer Concilio de Nicea.
Primer Concilio de Nicea.

La fecha de la Pascua –el día más importante para los cristianos, con el que culmina la Semana Santa–, quedó establecida hace ahora 1700 años. Fue en el Primer Concilio de Nicea, unificándola así para todo el Cristianismo –hasta entonces se celebraba en fechas distintas, según las comunidades– y evitar que coincidiera con el Pésaj, la pascua judía; y se determinó que, en adelante, fuera el primer domingo después de la luna llena tras el equinoccio de primavera en el hemisferio norte, la ‘luna llena eclesiástica’, que no siempre coincide con la astronómica, pues el equinoccio de primavera ‘eclesiástico’ tiene siempre lugar el 21 de marzo, no así el astronómico. El Domingo de Resurrección, por tanto, nunca podrá ser anterior al 22 de marzo ni posterior al 25 de abril.

1700 años se cumplen, pues, desde que, entre el 20 de mayo y el 25 de julio del 325, se celebrara el Primer Concilio de Nicea. Se dice que fueron 318 los obispos que se dieron cita en esta ciudad del Imperio Romano –hoy Íznik, en Turquía– en el que es considerado el primer concilio ecuménico de la Iglesia, convocado por el obispo Osio de Córdoba –si no por el propio emperador Constantino, convertido al Cristianismo–, que debió de presidirlo.

Apenas habían pasado doce años del Edicto de Milán –firmado en el 313 por los emperadores Constantino y Licinio, y que tradicionalmente se ha considerado como el que estableció la libertad religiosa en el Imperio y puso fin a las persecuciones contra los cristianos–, y con esta convocatoria se buscaba asegurar la unidad de la Iglesia. A ello contribuirán la veintena de cánones –normas de obligado cumplimiento– que quedaron establecidos en el concilio, y que son fundamentales en el Derecho Canónico.

Pero lo más importante en este concilio fue abordar la naturaleza de Jesucristo, cuestión esta que tenía dividida a la Iglesia. Y concluyó –aunque el debate se prolongaría durante décadas– que Dios Hijo es consustancial a Dios Padre, de su misma naturaleza –‘homoousios’ es el término griego–, condenando a su vez la postura contraria, liderada por el presbítero alejandrino Arrio, que sostenía que el Hijo había sido creado por el Padre, y que no era Dios mismo.

El propio concilio plasmó esta conclusión en el credo ‘largo’ –que se completará en el Primer Concilio de Constantinopla en el 381– que aún hoy profesamos en la eucaristía.
 

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