El que encendía las luces de la ciudad

Victoriano Crémer, de cuyo fallecimiento se acaban de cumplir 13 años hace unos días, fue un longevo escritor y periodista leonés –aunque nacido en Burgos– que permanece aún muy presente en la memoria de los leoneses, tal vez por su faceta social

Fulgencio Fernández
18/07/2022
 Actualizado a 18/07/2022
Crémer con otro imprescindible de la vida cultural leonesa, el médico y pintor Luis Saénz de la Calzada, compañero de Lorca en ‘La Barraca’. | FERNANDO RUBIO
Crémer con otro imprescindible de la vida cultural leonesa, el médico y pintor Luis Saénz de la Calzada, compañero de Lorca en ‘La Barraca’. | FERNANDO RUBIO
Reconoce Fernando Rubio, ante las sucesivas elecciones de imágenes para estos lunes, que algunas le producen una doble sensación encontrada. De un lado la alegría, la añoranza y los recuerdos de gente muy querida para él y, por otra parte, "creo que me estoy haciendo mayor (no porque mi deporte favorito, que no lo es, sea leer esquelas o pararme ante las obras) sino por la realidad de que gran parte de las personas notables de mis reportajes, se han convertido en calles o plazas, ya son memoria". Una reflexión que le viene como anillo al dedo para las imágenes de este lunes, de Victoriano, cuando se cumplen 13 años de su fallecimiento en 2009.

Basta comprobar para hablar de esa memoria que Fernando Rubio siempre se refiere a él como "mi admirado Crémer". Y me cuenta en esas conversaciones para ilustrar las miradas hacia los años 70 que "me vino a la memoria su recuerdo aquellos días de imágenes del cielo de León enrojecido por la calima sahariana, tan poco habituales por esas latitudes, pero tan habituales en Canarias, donde yo vivo, recordé un relato de Victoriano Crémer en el que hablaba de una nube densa de polvo rojo". Y hasta recuperó el relato de ‘Don Vitoriano’, como le llama tanta gente que te pregunta por él. Era un texto para las fiestas de San Iñigo y San Afrodisio de León: "Cuando despierto, afortunadamente estoy en el pueblo. Contemplo la torre de su iglesia, con cigüeños pequeños, ya aleteantes y veo las casas envueltas en ‘una nube densa de polvo rojo’. Me apeé del coche, se lanzaron sobre mí la Tía Federica y el Tío Gerencio, los sobrinos, primos y demás familia y me pusieron la cara de besos que es que todavía, si me intento secar, se me pega la toalla al rostro".Viene muy "a cuento" este ‘suelto’ porque en él aparecen dos de los personajes que han calado más hondo en los leoneses y por el que muchos de cierta edad aún recuerdan a Crémer; La tía Federica y el tío Gerencio. Y es que, seguramente, uno de los grandes méritos de ‘Don Vitoriano’ ha sido saber calar entre la gente de a pie con sus crónicas en la radio, sus columnas y su constante caminar por las calles, sus largas estancias en la misma mesa del bar Río, en las que podías compartir tertulia o recibir algún sartenazo "si el día estaba torvo", como él mismo daba por explicación.Aún este sábado, en un taller literario que se celebraba en Campo de Villavidel salió el nombre del Crémer escritor y las asistentes, de cierta edad, rápidamente se acordaron primero de las ‘luces de la ciudad’ y después de las cartas a la tía Federica. No son, con toda seguridad, lo más interesante de su obra, pero sí son, con toda seguridad, el Crémer que ha quedado en los recuerdos y la memoria, el paisano que encontrabas tomando el vino. Su programa de cosas de actualidadque cada día contaba a las dos y cuarto bajo el nombre de ‘Luces de la ciudad’ hacía pedir silencio en todas las casas para escucharlo. Y en él los lunes, para hablar de lo que él llamaba el pelotón, le enviaba una carta a la tía Federica contándole el fútbol de manera que lo pudiera entender ella, que ni le gustaba ni lo veía. Nadie le ha dado tanta cera a la Cultural con más socarronería.

Crémer era así. Una caja de sorpresas. Tanto que falleció sin que a ciencia cierta supiéramos su edad. Era más que centenario, pero hubo fastos celebrando su siglo de vida que se mueven en una horquilla de dos años de diferencia, un hecho que solventaba como hacía él estas cosas: "Mira, la verdad es que yo empecé a vivir cuando salí de la cárcel de San Marcos, con lo cual ahora debo andarpor los sesenta y pico, poco que celebrar". Y es que aquel trago de la cárcel, que marcó su vida, le servía de disculpa para tantas cosas, como la fidelidad a la literatura, ya que le había servido "para aliviar los fríos del penal y los sabañones de la vida pues lograba el alivio de díasy penas escribiendo a sus mandos cartas y poemas para que se lucieran ante sus novias o lo que fuera".

No es éste rincón de los lunes el lugar para analizar la vida y la obra literaria en tantos ámbitos —poesía, sobre todo, novela, teatro, columna periodística...—, tampoco sus polémicas, como la que mantenía con Agustín Delgado que le llamaba Victoriano Crímenes,  sino para recordar a aquel Don Vitoriano que tantosleoneses aún mantienen muy vivo en sus recuerdos, muchos por sus celebradas ‘Luces de la ciudad’, de tanto éxito que desde la competencia su director, Perelétegui, se trajo de Valladolid a un joven periodista con la esperanza de que, a la misma hora, le hiciera la competencia. El programa se llamaba El piano del pobre, y el joven Francisco García, nombre que no le gustó y cambió por Paco Umbral.
Lo más leído