Justicia de nueve, estupor popular

Tras tres días de deliberación, el jurado considera probado que las tres acusadas por el crimen de Carrasco son culpables de asesinato, atentado y tenencia ilícita de armas

Isabel Herrera
21/02/2016
 Actualizado a 19/09/2019
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Euforia en la parte trasera del furgón policial que desplazó a madre e hija desde la cárcel de Mansilla hasta la Audiencia –con transbordo incluido, como cada día de juicio– para escuchar el veredicto. Algunos aseguran, incluso, que Triana contaba con salir caminando y por la puerta principal. En la puerta de la sala, Raquel Gago, arropada por familiares, escondía tras una sonrisa su estado de nervios con la sombra del encubrimiento planeando sobre su cabeza. Pero ni unas ni otra contaban con lo que iba a pasar.

El jurado popular, contra todo pronóstico, dio por probado que el crimen de Isabel Carrasco fue resultado de un plan orquestado entre las tres acusadas –Montserrat González, Triana Martínez y Raquel Gago–, que la mataron por su condición de presidenta de la Diputación provincial y que habían diseñado una huida que precisaba de la acción coordinada de las tres.

Pocos minutos después de las once de la mañana de ayer se supo que ya había veredicto, el jurado había terminado de deliberar y votar, el portavoz del mismo había rellenado el acta y a las 13:00 horas las partes y las acusadas debían estar en la Audiencia Provincial para dar curso a su lectura. Durante ese tiempo, los once miembros del jurado (sólo nueve con voz y voto), almorzaban, como cada día, un desayuno preparado en el Boccalino.

Entre tanto, la ciudad de León se iba enterando de que había llegado el momento y la plaza de San Isidoro se iba poblando de gente. Mucho público para escuchar, ahora sí, la última palabra, la del jurado, la que no tiene réplica más que en el Tribunal Supremo y en forma de recurso que podría demorarse años.

La sesión no quedó constituida hasta la una y media de la tarde. El magistrado presidente ordenó a los asistentes que se acomodaran en la sala antes de pedir al jurado que entrase, todo lo contrario a lo que sucedía durante el desarrollo del juicio cuando han sido los primeros en tomar asiento.

Silencio sepulcral para escuchar al portavoz de los jueces lego que empezó a leer las preguntas del objeto del veredicto y a dar a conocer el resultado de su deliberación. A Montserrat le empezaron a caer como probados todos los hechos desfavorables por unanimidad. Tampoco causó ni mayor ni menor sorpresa. Quizá lo único que llamó la atención es que el jurado cree que la llamada de la madre a la hija la tarde del crimen se produjo antes del asesinato y no después, que es lo que había planteado la defensa. La llamó para avisar de que lo iba a hacer, no de que lo había hecho.

Una, dos, tres... y así hasta 22 preguntas sobre los hechos que consideraban o no probados sobre la actuación de la madre. Montserrat mató a Isabel Carrasco por el odio que sentía hacia ella porque tenía la firme creencia de que su hija había sido víctima de una «auténtica persecución injusta» por parte de Isabel. Y lo hizo sin darle oportunidad de defenderse, por la espalda, con un arma de fuego, por ser presidenta de la Diputación provincial y vestida de forma que no pudiera ser reconocida. Ni un sólo miembro del jurado se convenció en el juicio de que Montserrat cometiera el asesinato en medio de un trastorno de ideas delirantes.

Sin sorpresas por el momento. La propia Montserrat dijo desde el primer momento que ella mató a Carrasco por inquina.

Pero los gestos se empezaron a torcer por la sorpresa cuando el jurado empezó a dar cuenta de los hechos probados en el caso de su hija Triana Martínez. No había contado la joven con grandes defensores –sí, con la ejercida por su letrado–, pero el juicio no le había ido del todo mal en cuanto a pruebas contundentes en su contra se refiere.

El jurado popular, sin embargo, y sin que se sepa por el momento en base a qué pruebas, considera a Triana cooperadora necesaria en el crimen de Carrasco; sin ella el asesinato no hubiera tenido lugar. Conocía las intenciones de su madre, recabó información sobre Isabel, hizo búsquedas para comprar el arma y realizó seguimientos a la víctima. El veredicto descarta la tesis de la defensa de madre e hija de que Triana recogió el bolso de un garaje, a su entender ambas se encontraron en el pasadizo que une la plaza de Colón con Gran Vía San Marcos, donde habían quedado previamente para realizar el intercambio: Montserrat le dio el bolso con el arma y los guantes a su hija para que ésta se deshiciera de ello.

La dureza del jurado popular, visto lo visto en sala, ya generó cierto nerviosismo entre los presentes, sobre todo por lo que todo esto hacía presagiar para Raquel Gago, la gran incógnita de este crimen.Y fue con su veredicto cuando se confirmó la incredulidad de los presentes.

Raquel Gago Rodríguez: culpable de asesinato (en grado de cómplice) en concurso ideal con un delito de atentado a la autoridad y culpable además de un delito de tenencia ilícita de armas.

Tras las 26 cuestiones referidas a Triana, el jurado comenzó a dar lectura a las que tenían que ver con Raquel (un total de 36). La primera en la frente: «La acusada conoció los propósitos homicidas de las otras dos acusadas y aceptó formar parte del plan urdido por éstas para matar a Isabel Carrasco: probado por mayoría con siete votos de nueve». Entre los bancos comenzaron a emerger los murmullos. Los familiares de la agente de Policía Local que seguían el veredicto en la sala se vinieron abajo. Su abogado defensor bajó la mirada. Y Raquel... Raquel se hizo diminuta en su asiento acertando únicamente a mirar a su derecha, a su letrado, comenzando a hacer un ejercicio de contención de las lágrimas que se rompió cuando escuchó el final del veredicto, que la hacía culpable del delito de asesinato –y de los otros dos– como a la madre y a la hija, único momento en el que, por cierto, éstas dos, hicieron una mueca de disconformidad como tratando de ir a protestar a su abogado que, sólo con levantar una mano, logró que se replegaran.

El público no ocultó su incredulidad y se desataron los comentarios.Una vez leído el veredicto y tras la intervención de las partes, el juez indicó que el procedimiento quedaba visto para sentencia ordenando que se despejara la sala. Pero nadie quería salir de allí. Todo el mundo miraba al asiento de Raquel que no fue capaz de ponerse en pie. Su abogado, su procurador, los agentes que custodiaban a las otras dos acusadas... todos se colocaron a su alrededor.

El público estaba en pie mirando hacia ellos en silencio. Sólo se escuchaba el llanto ahogado de la cuñada de Raquel y a un hermano destrozado que sólo podía decir, «están locos».

‘Ánimo, Raquel’


Y de la sala a la calle. Porque cuando los agentes nacionales consiguieron despejar la sala de vistas, la gente se arremolinó a la entrada de la Audiencia. Unos esperando a ver salir a madre e hija y otros aguardando el momento en el que Raquel tuviera que enfrentarse a los flashes.

Tardó en hacerlo. Su abogado, ella y su familia fueron los últimos en salir de la Audiencia. Primero salió el letrado, Fermín Guerrero, y mientras este mantenía ocupadas a las cámaras, lo hizo Raquel con el procurador. Se marcharon a paso ligero creando silencio entre el numeroso público del que se escapó algún grito de ‘ánimo, Raquel’, que se unía a los comentarios de incredulidad que protagonizaron la lectura del veredicto.

El jurado popular, que durante la hora que duró la lectura del veredicto no alzó la mirada del suelo, ha dictado justicia, y lo ha hecho cargando la responsabilidad del crimen sobre las tres acusadas sin creer en casualidades. Creen que los hechos están suficientemente probados. Las tres mataron a Isabel Carrasco puestas de común acuerdo.
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