Lo que ahora llaman «el regreso al fútbol profesional» toda la vida de dios (perdón por el lenguaje antiguo) había sido «salir en los cromos», o en los póster de los periódicos, o en el álbum de equipos de la Liga antes de llamarse hyperemotion o cosas así que si levanta Maño la cabeza nunca sabría en qué división había jugado.
Para volver a salir en los cromos la Cultural ha tenido que sumar muchas historias, algunas estrambóticas, otros entrañables, algunas humanas, quizás tan contradictorias como que a Carrete, que motivaba a jugadores y público jurando como un cosaco, le sucediera Lillo, que hablaba en la rueda de prensa del ovoide como si fuera un catedrático de matemáticas.
Tuvo que jugar Leoncito en el inicio del club, su primer internacional, y tuvo que llegar al Vaticano León XIV, el primer Papa que visitó León. Tuvo que jugar César, que prefirió el Barcelona al Madrid porque tenía mar; o Isaac ‘El Gitano’ un fenómeno al que quería la directiva mandar al Madrid (perras mandan) pero como él era del Atlético se retiró del fútbol y montó el bar La Gitana; sumó historia Marianín, que no sabía lo que era entrenar porque en Fabero no lo hacía, iba el domingo metía dos o tres goles y volvía para casa... Y la grada se enamoró de Maño (Duviz no, ya que animaba de culo para el campo) porque tenía más valor que un cantaor del Lyon D’or al que llamaban El Bemoles; o coreaba a Seo, porque era alto y calvo y cuando salía metía un gol de cabeza.
Tuvo la Cutural que sobrevivir a una Operación Chatarra, a un parapsicólogo brasileño, a una alineación con Fano, Piti, Mini, Mingui en defensa, que llenaban menos periódico entre los cuatro que Solabarrieta solo; tuvo...
Una larga travesía para volver a salir en los cromos. No os cuento lo que dijo Carrete al saberlo.