Si no lo has disfrutado no lo entenderás. O lo entenderás muy mal. Si no sabes lo que está haciendo incluso te dará cierta pena y le llamarás soledad. O aburrimiento.
Y, sin embargo, él probablemente esté deseando que nadie se acerque a romper su silencio, a turbar su mirada al horizonte, a interrumpir sus recuerdos de cuando también él pasaba camino de alguna parte, trabajaba donde ahora descansa, sudaba donde ahora piensa.
Y le cuesta tanto trabajo entender.
Y le da tanta pereza contar.
Lo que sí agradecerá es que pase otro de los suyos, otro de los que sabe de su vida, otro de los que conoce sus afanes, otro que sembró las mismas tierras, otro que vivió los mismos tiempos. Y la charla puede ser larga y tendida, tan agradable como estaba siendo eso que tú llamas soledad.
Y de vuelta a casa espera que el próximo día pueda poner allí la silla, pueda disfrutar de un buen rato de recuerdos rematado con otro de memoria y conversación, sosegada, sin voces...
Tú le llamarás soledad.