Cuando los que entonces mandaban –que no sé quiénes eran y no me voy a levantar a mirarlo, que diría Umbral– anunciaron a bombo y platillo que se iba a instalar en León la Escuela de Pilotos decidimos los de la asociación sociocultural financiarnos abriendo en el comercio que cerraba en el pueblo una tienda de escafandras, el negocio parecía redondo, aunque igual las bases no eran excesivamente sólidas.El caso es que cuando anunciaron que lo de la escuela de pilotos pues había sido una cosa que no cuajó, como las claras mal batidas, todavía no nos habían llegado las escafandras porque había que pedirlas al extranjero. Y cuando nos las trajeron pues ya no vendimos ninguna, bueno una a Jose el guardia, que se compró una moto muy grande y parece que le hacía juego con la máquina y además le ajustaba la talla de la cabeza. Otra ruina.
Cuando los señores de las guerras piensan en una que van a organizar la semana que viene –no hace falta que lo digan, basta con que lo piensen–en las tiendas de los chinos que yo trajino y unas pocas más ya tienen las banderas en los almacenes;mezcladas con las banderas del escudo aguilucho para cuando van los Ultra Sur a ver al Madrid o las esteladas para cuando van los Ultra Norte a ver al Barcelona... y esas cosas. Y de Estados Unidos que no te falten, que siempre tienen mercado.
Como para llevar en el casette del coche (o como se llame ahora) aquella de Jorge Drexler:«Perdonen que no me aliste bajo ninguna bandera, vale más cualquier quimera que un trozo de tela triste».
Ya lo dice el poeta de La Matica: «Las guerras las pierden todos... menos los que las organizan y los que tienen intereses en ellas», que no creo que sean los de las tiendas de los chinos pero es para entendernos, que no es fácil.
Un trozo de tela triste
La última de La Nueva Crónica
08/10/2025
Actualizado a
09/10/2025
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