Trampa para los antojos

La última de La Nueva Crónica

Fulgencio Fernández y Mauricio Peña
18/01/2024
 Actualizado a 18/01/2024
| MAURICIO PEÑA
| MAURICIO PEÑA

En aquellas juventudes de salas de baile con orquesta los trampantojos todavía no tenían ni contrato con la Real Academia de la Lengua, aunque se podía intuir en la suma de los significados las dos mitades, trampa y antojo, que esos son tan viejos como los charlatanes de feria o su variante parlamentaria actual.
En aquellas juventudes de salas de baile con orquesta al trampantojo se llamaba llavero y la trampa consistía en el antojo. ‘Pa entendernos’, al buen mozo ganadero que bajaba al Club Radio donde tocaría Germán el de Los Megatones, no le parecía que el Seat 600 que le dejaba su padre fuera a convertirse en un antojo para las mozas de la ribera baja del Torío, el Bernesga o el Curueño. Yla mejor solución era la trampa, pedir al vecino rico el llavero del Mercedes y lucirlo –con las llaves del 600, eso sí– asomando por la parte superior del bolsillo pequeño de los pantalones de tergal, que eran los de los domingos y fiestas de guardar. 
Los coches siempre fueron motivos de trampa para los antojos, nada es lo que parece, espera a que aparque y se baje el conductor. 

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