No hay muchos precedentes iguales, tal vez ninguno, pero sí hay un rico anecdotario de todo tipo, de héroes a villanos, de ruines a paisanos en el mundo de los premios de la lotería.
Llamativo el ejemplo de Jesús Rubio, de Plasencia, que llevaba treinta años trabajando en el mismo taller, con prácticamente los mismos compañeros, un buen y discreto currante.
Aquel 23 de diciembre, como siempre, llegó Jesús al taller se puso el mono y mientras se estaban vistiendo dijo, sin grandes aspavientos: «Nos ha tocado la lotería».
Le miraron extrañados, no les había tocado, pero él sacó sus tres décimos, a él si le había tocado, y les dijo que durante la noche había decidido repartirlo entre todos, a partes iguales.
Y lo hizo. Nada más se supo de él.
Ha pasado el tiempo, le han buscado ya jubilado, y tan solo se le ocurrió decir una frase: «Volvería a hacer lo mismo».