Cada vez que baja la persiana el verano tengo que pasar el mismo mal trago; encontrar a los colegas y escuchar sus vacaciones, que es una tortura parecida al que regresa de la luna de miel y te invita a ir a ver los vídeos de la boda.
Año tras año me encuentro con los que me hablan de las bondades de Tanganica pero no saben dónde está Taranilla, ni lo quieren saber; han descubierto Bután pero ni se han fijado en los carteles cuando atraviesan Lugan; admiran la gastronomía de Namibia pero siguen sin probar las bondades de Tolibia... no sigo.
Pues llévalo a la naturaleza, a los animales exóticos de los documentales de La 2, que vieron de cerca en un safari en el que lo más excitante era que el elefante –más pasota que cuando Ángel Cristo le enseñaba a Bárbara Rey– les mirara al biés y levantara la trompa cuando el guía le hacía una seña.
Pero no se les ocurre mirar para el ejemplar que se asoma desde detrás de cualquier sebe de esos pueblos que no tiene en su agenda de destinos; ni para los montes que hacen de telón de fondo, que son de verdad, por cierto.
¿Tanganica o Taranilla?
La última de La Nueva Crónica
09/10/2025
Actualizado a
09/10/2025
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