Hay un modelo –nunca mejor dicho– de guapo exagerado del que el común feo acaba diciendo que «repugna de guapo». (Nota, en algunos pueblos socarrones les llaman a media voz ‘casiguapos’).
Muchas veces, viendo la exuberancia de la historia de León y sus fastos, somos muchos los que maliciamos que tal vez «repugnamos de guapos» y ése sea nuestro problema mayor, aquel por el que nos miran con cierto recelo de Izagre para abajo.
No se puede apabullar con la larga lista de condados, ducados (no es tabaco), reinas, señoríos o reyes, hasta el punto de que la larga lista de los Reyes Godos de la escuela franquista nos parezca aquella defensa de la Cultural en la que jugaban Fano, Piti, Mini y Mingui, que no llenabas ni la primera linea de la crónica del partido de cada domingo.
Mira la imagen de hoy. No se te ocurra decir en alto que es la bandera de León porque te arriesgas a la pregunta que te apabulla en la explicación: «¿Qué bandera? ¿la Provincial? ¿la Municipal? ¿la del Reino? ¿la de la Junta? ¿la Preconstitucional? ¿la Dixebriega?...».
Y si te revuelves te pueden hablar de «escudo de la provincia, bordado en plata con un león de gules coronado, lampasado y armado de oro, y al timbre corona real antigua. El rabo del león va hacia dentro».
Hasta el rabo todo es bandera.
Si conviertes en seña de identidad hasta el rabo del león no te puedes quejar después que digan de tu discurso que está muy bien, pero que ya está bien, que repugnas de guapo.
Y no lo toméis a mal, pero yo aquí aislado por la nieve, en madreñas... parece lógico que me de por pensar que igual repugnáis de guapos.
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