Es complicado romper la calma invernal de nuestros pueblos olvidados bajo el manto de esa noche que llega poco después de amanecer. Tan solo alguna de esas veces que vamos directos a las páginas de sucesos en las que hablan de la España profunda (antecedente de la vaciada), la violencia larvada, las miradas huidizas y otras expresiones de manual... y no cejan en su empeño hasta que a alguien le arrancan la frase del manual de la otra parte: "Era una persona muy normal, un vecino más...".
Pues esa paz casi imposible de romper saltó por los aires como casi nunca cuando en los cables ‘del tendido’ aparecieron en diferentes puntos del pueblo botas colgadas por sus cordones.
De la incredulidad inicial, «eso son los rapaces jugando», se saltó a la paz hecha añicos cuando alguien desempolvó en el bar la explicación de manual que además contiene la palabra maldita –y con razón, que tiene más muertes a sus espaldas que algunas guerras–, una de esas explicaciones que comienza con el «diz que...» que nunca anuncia nada bueno.
– Diz que ponen las zapatillas donde se venden drogas para que lo sepan los que la vienen a comprar...
– ¿Drogas en mí casa?En tal caso en la tuya, que no sabes lo que tienes en ella.
Y aquellas zapatillas desempolvaron lo peor;en los tiempos de aquella famosa declaración en el juzgado de «me echaron droja en el Colacao» la simple aparición de la palabra desataba todos los demonios de quien la temía más que a una plaga sin saber lo que era.
Y solo había sido una cena de quintos que quisieron hacer 25 años después lo mismo que cuando se licenciaron y tiraron las botas a los cables.
Lo podían haber dicho los perros de ellos.