Que no se le olvide el candil

30/04/2025
 Actualizado a 30/04/2025
ContraFulgencio
ContraFulgencio

Decía un indignado en la televisión —la radio en la montaña fue coto privado de Radio María, otro milagro— con grandes aspavientos: «Somos un país tercermundista... estamos como en el siglo XVIII».
¿En el siglo qué? ¿Tú de dónde vienes?


Ni en el XIX. incluso se acuerda El Jilguerín de Casares de cuando llegaron los comerciales de las nuevas fábricas de la luz —en lleunés molinos— a vender el producto por los pueblos: «¡Fuera las velas! ¡Adiós a los candiles! ¡¿Qué lamparas de carburo? Eso se acabó! Traemos de la fábrica de Cabornera la luz, que aprietas un botón en la pared al llegar la noche y se hace de día»... y cosas así. Y una mujer de Casares, tía Joaquina, les escuchó, la convencieron y se apuntó.


Pero lo pensó mejor y les esperó a la salida.


- ¿De dónde decís que vais a traer esa luz?
- De Cabornera.
- Pues borradme.
- Pero mujer, ¿qué tiene contra los de Cabornera? 
- Nada, pero cuando lleguéis aquí con la luz ya es de día otra vez. A mí dejadme con el candil.


Anda que no disfrutaría el lunes tía Joaquina con su candil. Por eso, está bien que a las rapacinas las vistan de leonesas y les enseñen nuestras tradiciones, pero que no se les olvide explicarles la utilidad de unas velas y un candil en el trastero, que estén a la vista porque si hay que encender la luz.

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