En los pueblos no hay gatos callejeros, lo que hay son gatos que andan por la calle, que entran allí donde está la puerta abierta y los restos de la comida en el corral. No le llamarán reciclar ni economía circular porque no se pide una subvención para ello, si no ya te diría yo.
Los gatos, por su parte, son escrupulosos en el respeto del convenio no firmado pero vigente: no tocar, casi ni mirar, esa barra que el panadero deja cada mañana en la bolsa. Yes que los panaderos son otra especie de gatos que andan por la calle, siempre están, siempre aparecen y jamás te dejan sin pan. Olo que haga falta.
Recuerdo el reportaje del último reparto del panadero de Senra, Manolo, por toda Omaña. En mitad del camino un coche que viene de frente le da las luces para que se detenga y el histórico panadero lo hace:
– No te preocupes, ya te dejo el pan en casa aunque no estés, ya pagarás.
– Ya lo sé, como todos los días. No te paro por eso, es que bajaba pensando, yo no sé si se me olvidó apagar el butano del fuego, cuando me vayas a dejar el pan entra y mira a ver, y si está prendido me lo apagas que se me queman las lentejas.
– No te preocupes, ya te lo miro.
Y se lo miró. Y para la siguiente casa llevaba unos medicamentos de la farmacia de Riello, y en otro cogió unas recetas para subirlas al día siguiente, a uno le dejó en la bolsa del pan la hogaza y una quiniela que le había dado para sellar, a otra casa entró porque no echaba humo la chimenea y no fuera a ser que estuviera mala aquella mujerina que vivía sola...
Cuentan que también vendió algo de pan, cuyas sobras, con el caldo de las lentejas, son para el gato que no es callejero, anda por la calle. Que no es lo mismo.