‘La quinta de la Isocarro’

La última de La Nueva Crónica

29/01/2024
 Actualizado a 29/01/2024
Imagen isocarro años 50
Imagen isocarro años 50

Le dimos mucho bombo, y platillo, a la leyenda del Seat 600 y su generación, el primer coche de los obreros, los viajes de vacaciones de una familia de integrantes capaces de meterse en su interior y no dejar en casa las maletas, flotadores, la pala y el caldero para la arena y demás artilugios propios de los tiempos de descubrir el mar y lo grande que era en familia. Pero de verdad, no como en Cuéntame que para darle aire a la trama las suecas «le tiran los tejos» a los españolitos. Ylos alemanes  a las españolitas ¡Anda ya!

Bien, tiene vidilla el 600. Nadie lo niega.

Pero ¿y las Isocarro? ¿Qué hay de aquel primer signo de opulencia de aquellos industriales que ni se les pasaba por la cabeza que les llamaran emprendedores pero comprar la Isocarro era toda una aventura de pago por letras (nunca faltaban los fieles de la religión del ‘a tocateja’) para lucir después orgullosos en las puertas del vehículo Astillas Manolo, Carbones del Torío, Frutas de la Sobarriba o nombres similares, que el inglés todavía no nos había invadido y, mucho menos, cuajado. 

¡Menudo orgullo! patrullar la ciudad con las Isocarro, luciendo esa rueda delantera que marca el ritmo. Bien es cierto que fue complicado convencer a algunos de sus conductores que aquellas rayas blancas que pintaron en nuestras carreteras, otra moda, no eran para poner encima la rueda única y no salirse de su dibujo por nada del mundo.

- Pues no lo entiendo; decía Cardín. 

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