Toda fiesta tiene sus restos del naufragio que los analistas llaman metáfora de lo que ha pasado y para los fotógrafos es una imagen que lo resume en un golpe de vista.
No se pueden dar por finalizadas las fiestas de San Juan y San Pedro capitalinas hasta que no aparece la fotografía de un operario subido a lo más alto de la estructura y desmontando la noria; o la cabeza de un gigante posada en la pared de un oscuro almacén municipal, donde descansará hasta el año siguiente.
Las Navidades terminan cuando los pinos que hicieron de árboles pasan de presidir el salón de la casa a estar arrumbados a la sombra de cualquier cubo de la basura.
La última parada de Genarín está en las fotos que cada año, interesadamente, hacen llegar a todos los medios y por todos los medios de las toneladas de basura que son sus restos del naufragio por las calles que recorrió la noche anterior. Por cierto, nadie filtra imágenes parecidas de cómo queda el lugar donde se celebra el gran mitin central de cualquier campaña electoral.
Yla Semana Santa termina cuando hasta el paraguas se rinde y da por irreversible que frente al cielo enfadado no hay defensa posible.
¿Con quién estaba enfadado el cielo? La Aemet no ofrece esos datos.