Un viejo dicho de nuestros pueblos, atribuido a aquellos cabeza de familia que siempre tienen algo que mandar, cuenta que el padre escuchó al chaval que venía de segar a guadaña, había metido el agua en algún huerto, subido las vacas hasta el corral del puerto... y ya era casi a hora de comer.
– Pues ahora, mientras descansas, sacas el abono y barres el corral sin entretenerte, no llegues tarde que se enfríe la comida.
La anécdota parece echa para ‘el tío Barre’, que aunque te lo cruces por la ciudad tiene la nacionalidad bien ganada de toda la Sobarriba y su alfoz (es decir, León). Ahí está, en la mesa de un corro de aluches en el que mientras cuenta hace las fotos, en los descansos escucha las penas de los desprotegidos, saluda a los viejos luchadores y marcha a la carrera pues tendrá que ir a la misa de algún hombre bueno, a atender los menesteres propios de su cargo en la histórica cofradía de la Soba, a apagar algún incendio de oficios porque cuando se busca un hombre justo que tercie siempre se piensa en él...
Y dicen que también acude cada día a su trabajo, que cumple; y hasta la su Yoli está orgullosa de pagar los peajes de tener en casa a un hombre bueno.