Solo las entrevistas posteriores a un partido de fútbol pueden ofrecer una colección de tópicos más cuantiosa que los que dicen y repiten nuestros políticos y que cuentan además con el añadido de las expresiones que ellos han acuñado y repiten con cara de estar desvelando la más trascendente de las novedades.
El «somos once contra once», «el fútbol es así» y un largo etcétera se quedan en nada frente a los tópicos de quienes deberían ser los más listos de los nuestros o, cuando menos, les pagamos para ello. Escuchar que el Parlamento es «el templo de la palabra» y seguir una sesión parlamentaria es como para tirarse al Bernesga sin manguitos; tragarse el argumento de «estoy a disposición del Partido» y quedarse con el acta de concejal cuando le pillan con el carrito del helado porque, asegura, a él le han puesto ahí los votantes es como para tirarse al mar con olas más grandes sin manguitos ni flotador...
Entre las expresiones más repetidas con la esperanza de que calen está asegurar que el Ayuntamiento «es la casa de todos» —aunque en la calle de al lado solo se reserve el aparcamiento para los concejales— y la verdad es que casi nadie se lo cree pero si un perro piensa que es verdad pues tiene derecho a moverse como perro por su casa.
Y si no les gusta, que no lo hubieran dicho.