Que lleguemos a añorar tiempos como los de la foto, hablando del viejo tren Hullero, histórico, viene a dejar claro el abandono, el desprecio y la mentira en la que nos están haciendo vivir unos jetas con coche oficial desde hace años.
¿Merece la pena un viaje (que pagamos nosotros) para contarle a unos alcaldes –y que ellos peleen en la calle pues son los que se cruzan cada día con los vecinos– una sarta de mentiras que no tienen más explicación que el ‘vete y solventa esto’ que el ministro no está para pijadinas de poca índole? ¿ni un mañanero tuit insultando a la inteligencia?
¿Quién se va a creer a estas alturas de los tiempos que vivimos que es muy complicado restaurar la vieja linea? ¿no entienden que ya hay un ingeniero en cada pueblo que se echa las manos a la cabeza por el desprecio a la verdad? ¿quieren decirnos que una porción mínima de lo que robaron los chorizos que andan por los telediarios se convierte en una cantidad inasumible? ¿es tan difícil entender que quienes cogemos ese tren cada día lo único que nos sobran son vías verdes naturales para que nos quieran contar unas milongas que va de la senda artificial a un autobús, ya sea eléctrico, a pedales o tirado por un burro?
Hacernos llegar a la conclusión de que, en asuntos ferroviarios de vía estrecha, cualquier tiempo pasado no solo fue anterior sino también mejor... es una aberración de la razón que debería hacerles razonar...
«Pierde toda esperanza», insiste mi vecino. Me niego.