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Exorcismo laico

13/10/2019
 Actualizado a 13/10/2019
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Menos mal que nos queda Franco, si no la campaña electoral iba a ser un muermo. Otra vez. No sé si siguen el culebrón sobre el desalojo del cadáver del dictador, pero no me extrañaría que lo hayan dejado correr: aburre. Sin embargo, como sucede en algunas series, un personaje secundario ha animado el final de temporada (¿de emisión? dependerá de la audiencia). Cuando todo parecía encaminarse a un desenlace tipo ‘fue un sueño de Resines’, el prior de la basílica del Valle de los Caídos, Santiago Cantera, ha perpetrado un MacGuffin de manual: que no cuenten con él para dejar entrar a los que vengan a cumplir la ley, dice. Este señor con la cara angelical de un malo de Stephen King y el temperamento del actor secundario Bob rige una comunidad de monjes en un edificio monumental con todas las comodidades que es patrimonio público, vive de las subvenciones del Estado y ha sido amparado por los tribunales hasta que han dejado de darle la razón. Pero, con todo, afirma que los poderes públicos acreditados por una decisión del parlamento soberano y el más alto tribunal del país le resbalan. Personalmente me flaqueaba la atención por el destino del fiambre caudillesco, pero me está empezando a interesar este personaje con su arrogancia de curilla trentino. Espero con glotonería el capítulo del desencofrado del tirano solo por ver si se coloca en la puerta en plan Gandalf el gris vociferando «no puedes pasar», o con la cruz en ristre hisopeando a algún albañil o policía a lo Damien Karras, el cura de El Exorcista. De hecho, sus avatares dan para un ‘spin-off’ (secuela derivada de la trama principal) en plan Solo contra el mundo (sin salir de casa), El cuento del criado o Zombies party II. Sugiero un final: el helicóptero llevando el féretro al ritmo de La cabalgata de las valquirias, a lo Coppola.

Sin duda el dilema más relevante del guionista ante este final debe ser si considerar un ‘flashback’ (o analepsis) sobre el papel de la iglesia católica durante el franquismo o presentarlo como un episodio aislado de morriña privada. ¿Es la actitud del prior una reliquia, un fósil, o por el contrario se trata de una evidencia, de la punta de un iceberg? Lo primero debía obligar a la Conferencia episcopal, a manifestar su desacuerdo o a una acción siquiera simbólica en consecuencia. Sin embargo, se escabulle o se excusa en formalismos legales sobre si esa congregación no se encuentra bajo su jurisdicción (son benedictinos bajo Molesmes, en Francia), como si no se encontrase bajo ninguna. Esta subtrama pertenece a una serie de abogados, no a esta.

A Díaz Ayuso le recuerda a la tragedia del 36, pero estamos ante una repetición cómica y minúscula de la historia. En fin, como apuntó el gran Vázquez Montalbán, contra (el cadáver de) Franco se vive mejor. Para muestra este serial de entretenimiento asegurado. Gracias, don Santiago, cierre España y tire la llave. Al menos esa España.
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