Imagen Juan María García Campal

Europa y los españolísimos

22/07/2020
 Actualizado a 22/07/2020
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Escribo en día y hora en que aún no conozco en qué habrá quedado el des-acuerdo del Consejo Europeo de esta Europa tan empecinada en ser unión de mercaderes y no de ciudadanos de los ¿27 países unidos? Es liza de formas de entender el internacionalismo. Unos se inspiran en la línea liberal ideada con base en el libre mercado por Cobden y Bright allá por 1843 («derribando las barreras que separan a las naciones; esas barreras detrás de las cuales anidan los sentimientos de orgullo, venganza, odio y celos, que de vez en cuando rompen sus límites e inundan de sangre a países enteros») y otros, desde 1864, cada día con mayor tendencia a la baja –vivimos tiempos de defensas y condenas absolutas y no de atención a los matices– en el internacionalismo proletario de Marx (con perdón) y su primera internacional: «Si la emancipación de las clases trabajadoras requiere su concurrencia fraterna, ¿cómo van a cumplir esa gran misión con una política exterior… jugando con los prejuicios nacionales…?». Y ahí, con los matices que se quiera, seguimos, en mi opinión, y para rato por no mentar el dialéctico «por los siglos de los siglos». Nada nuevo, vamos, historia dialéctica y dialéctica histórica.

Así, una vez más, anda este escribidor descreído de la que tuvo e intenta mantener aún como mínima ilusión: la cosa europea, la de la Unión, digo, no la de todo el acervo cultural que representa y que incluso enseña a sobrellevar razonablemente el propio descreimiento.

Mas si descreído estoy de la ilusión europea qué decirles del sentido social o ciudadano oído y visto en los voceros de esos españolísimos partidos que siempre se muestran tan patrióticos e invariablemente hablan en nombre de «todos los españoles» como que ellos fuesen los genuinos expendedores de las credenciales de españolidad. Cosa extraña vista la velocidad con que se han dotado de la doble nacionalidad holandesa. Solo les faltó hacer reversibles sus airadas y aireadas banderas patrias.

No lo puedo evitar, los escucho y recuerdo a Bierce y su Diccionario del diablo. Más que nada por las ajustadas definiciones, para mí, de estos patriotas –«los que consideran superiores los intereses de la parte a los intereses del todo»– y de su patriotismo –«basura combustible dispuesta a arder para iluminar el nombre de cualquier ambicioso»–. Vamos, las de los que siguen pensando que cuanto peor para todos, mejor para ellos. Qué españolísimos ellos, tan a lo suyo siempre.

¡Salud!, y buena semana hagamos y tengamos. Cuiden, cuídense.
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