08/04/2020
 Actualizado a 08/04/2020
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De mi juventud, una de las cosas que mejor mantengo arraigadas en esta creciente acumulación de primaveras es el gusto por la política. Así, aun haciendo ya muchos años que abandoné la militancia política y por tanto recuperé mi independencia –que no neutralidad– he de confesar mi predilección por su observación, estudio, posicionamiento –soy apartidista pero no apolítico– y opinión sobre diversos usos y abusos del llamado arte del gobierno de los Estados (y mundo) o, mejor, del bien común de todos los ciudadanos.

Así, sigo con gran interés y no menos paciencia el quehacer político de gobierno y diversa oposición durante estos días de emergencia sanitaria y estricta cuarentena. Mas, deseándome disciplinado conciudadano de muchas personas que sé sufren ansiedad y desesperanza en su aislamiento, he optado por morderme la lengua política por más que motivo vea, en mi opinión, en despropósitos de vario grado y gravedad de acá, allá y acullá.

Y no crean, no es fácil, pues como ya dije en un artículo de hace poco más de tres años: ‘Se multiplican los estúpidos’. Estúpidos como poco, que calificativos peores y sin duda más acertados se me ocurren aunque, por poco generosos, me los ahorro, ya que su uso me igualaría a ellos y ¡quite allá!

Si algo bueno están teniendo estos días, además del propio examen y evaluación, es la detección del florecimiento de innúmeras personas de vario sexo, estado y condición que recuerdan la frase de Gabinau –nadie se altere–, aprendida de Savater en su artículo ‘El regreso de Mecenas’, en que dice: «no sé si el hombre viene del mono, pero sí que algunos retroceden hacia él a gran velocidad». Y veo en alza a estos homínidos. Estando en santa semana, toma laica y evolucionista penitencia.

No obstante, sin vocación alguna de santidad, se me está acabando la paciencia para soportar esa invasión de paternalistas y patrioteros que como francotiradores, emboscados en ‘wasap’ y las redes sociales, no cesan de enviar mensajes de consejos, cuando no seguros remedios o curaciones, para combatir al bicho mientras la ciencia no se cansa de decir que, de momento, no nos queda otra que protegernos de él. Con lo de los patrioteros, siendo usted lector inteligente y tan generoso y paciente como para leerme, ya sabráqué alegorizo y me evitará aludir a sus ‘¿democráticas?’ políticas. ¡Qué cruz!

Fortaleza y a seguir, lo más tranquilos posible, gozando los hogareños paisajes. ¿Salón-playa o maratón-pasillo?

¡Salud!, y buena semana hagamos y tengamos. ¡Venceremos!
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