Este verano León ha vivido la mayor catástrofe medioambiental de su historia. Las llamas han arrasado más de 100.000 hectáreas, tres personas han fallecido, muchas familias lo han perdido todo y el patrimonio natural de La Cabrera, El Bierzo, Laciana, La Bañeza o la montaña leonesa ha sido profundamente devastado. El fuego ha alcanzado zonas protegidas, reservas de la biosfera y espacios reconocidos como Patrimonio de la Humanidad, ha destruido ecosistemas únicos y ha golpeado el alma verde de nuestra provincia. La herida causada tardará décadas en cicatrizar, pero lo más doloroso de todo es que esta ha sido una tragedia evitable.
Durante años, la Junta , gobernada por el Partido Popular, ha mantenido una política forestal marcada por la improvisación y el recorte. Su presidente, Alfonso Fernández Mañueco, y su consejero leonés, Juan Carlos Suárez-Quiñones, han considerado un «despilfarro» mantener los operativos antiincendios todo el año y esa visión cortoplacista y negligente ha dejado a León sin medios suficientes ante el fuego.
Cuando las llamas se extendieron por nuestros montes, la falta de previsión y la descoordinación quedaron en evidencia. En lugar de activar todos los recursos, la Junta mantuvo medios parados mientras reclamaba más apoyo al Gobierno de España, intentando eludir su responsabilidad política.
Frente a esa actitud, el Gobierno actuó con eficacia y compromiso, movilizando a la UME, a brigadas de refuerzo, medios aéreos y personal especializado. Gracias a esa respuesta, y sobre todo al coraje de quienes lo dieron todo –bomberos forestales, voluntarios, vecinos y fuerzas de seguridad–, la catástrofe no fue aún mayor. Por eso, quiero trasladar a todos ellos mi reconocimiento más sincero. Su entrega simboliza lo mejor de León: la solidaridad, la valentía y el amor por esta tierra.
Sin embargo, mientras el esfuerzo colectivo trataba de contener el fuego, los responsables autonómicos exhibieron una soberbia que ha indignado a la sociedad leonesa. Movieron maquinaria de extinción para hacerse una foto con Feijóo en Palacios del Sil y, en plena emergencia, el consejero Suárez-Quiñones abandonó la provincia para acudir a una comida en Gijón. Más tarde, con arrogancia, llegó a justificarse afirmando que tenía “la mala costumbre de comer”, una frase que ofendió a quienes luchaban contra las llamas.
Esa actitud, unida a la falta de previsión y transparencia, no podía quedar sin respuesta. La Fiscalía ha abierto diligencias contra Mañueco y Suárez-Quiñones por su gestión de los incendios, un paso que simboliza el hartazgo de una sociedad que exige responsabilidades. Han sido reprobados en las Cortes y desautorizados por la ciudadanía y siguen negando el cambio climático y despreciando la ciencia y la prevención.
Cuando el fuego se apagó, la Junta despidió al 30% del operativo antiincendios. Y mientras el Gobierno de España impulsaba en Ponferrada una cumbre nacional con científicos y expertos para avanzar hacia un Pacto de Estado frente a la emergencia climática, Castilla y León volvió a ausentarse del debate.
Desde el PSOE defendemos otro camino: una política forestal moderna, basada en la prevención, la gestión sostenible y la protección del entorno. Apostamos por operativos 100% públicos, profesionales y activos todo el año, porque no se puede improvisar ante el fuego ni recortar en lo que salva vidas.
Los incendios del verano reflejan un modelo agotado, el mismo que ha deteriorado la sanidad, debilitado la educación, abandonado la dependencia y desaprovechado los fondos europeos. Castilla y León necesita un cambio profundo, sensato y valiente.
Un cambio que devuelva la dignidad a lo público, que proteja lo común y que crea en la ciencia, la sostenibilidad y la justicia social. Ese cambio solo puede venir de la mano del PSOE y de un liderazgo comprometido, sólido y con visión de futuro, como el que ofrece Carlos Martínez.
Porque apostar por León es apostar por la vida, por la esperanza y por un gobierno que cuide lo que somos. León no merece el abandono ni la soberbia. León merece respeto, compromiso y un futuro digno.