El esfuerzo que cada uno podemos aplicar en nuestra apuesta por León está perfectamente modulado por las condiciones de contorno, que siempre nos mediatizan, y por los muchos prejuicios que rodean al concepto de sacrificio. Pero la principal componente de nuestra actuación como sociedad se esconde en las personas y no en las organizaciones e instituciones (privadas o públicas).
Por un lado, personas fuertes y comprometidas son las que dibujan la contundencia y el peso de una entidad dentro de nuestro sistema; pero por otro, y al mismo tiempo, personas con escasa relevancia utilizan esas entidades (privadas o públicas, insisto) para esconder su pobre aportación a la colectividad en la que nos movemos. Apuesto algo bueno a que, a nada que lo piensen, encuentran Ustedes rápidamente ejemplos claros en ambos sentidos.
No pretendo, en estas líneas, colectivizar toda actuación, esfuerzo o sacrificio, a favor de León, sus comarcas y sus gentes. Son palpables las muestras de grandes y valiosas actuaciones de perfiles individuales en el impulso de nuestro entorno económico, social e intelectual. Y, además de palpables, son valiosas, admirables y dignas de reconocimiento.
Lo cierto es que, a lo largo de la historia, el progreso, el crecimiento y el logro de grandes metas se han producido en escenarios con grupos sociales fuertes, empresas con peso específico, instituciones éticas y solventes, clase política valiosa, centros educativos enfocados y terceros actores en el impulso de valores intangibles (cultura, religión y redistribución de la riqueza).
Las individuos valientes, comprometidos y preparados (sea cual sea su origen) siempre están dispuestos a integrarse, de una forma u otra, en cualquiera de las piezas de acción colectiva que forman parte del engranaje social, económico y político. Esta disposición se da cuando hay conciencia de pertenencia, de grupo de interés, de ‘clase’ social o de cualquier otro concepto que tienda a agrupar a las personas. Y las personas, agrupadas a la búsqueda de grandes objetivos, son invencibles.
La actual y mediocre tendencia de nuestros sistemas económico, político y social es claramente contraria a las actuaciones colectivas (no olvidemos: por acumulación de personas fuertes y fiables). Hoy somos testigos de la atomización social y económica. Cada vez aparecen más y más individuos y entes que no pueden ir más allá de su propia supervivencia rodeados de constantes amenazas (economía, mercado laboral, fiscalidad, gentrificación de las ciudades). Surgen siempre, conveniente y artificialmente alentadas desde el sistema, infinidad de ‘minorías’ a las que atender mientras se nos entretiene para que nos despistemos ante lo que de verdad importa.
Por eso, desde aquí hago una llamada a la reconstrucción social, cultural, económica y política. Una llamada al verdadero progreso y a la verdadera apuesta por León. Cada uno y cada cual dentro de su colectivo integrador. Con los objetivos claros. Con menos alardeos y mensajes vacíos. Con objetivos. Con hambre de sacrificio. Con menos demandas y con más aportación. Con visión colectiva. Con la alegría de ver que al de al lado le va bien y a mí me va a ir mejor. Con menos «¿qué hay de lo mío?» y con más «¿cómo puedo empujar más fuerte?».
León, sus tierras, sus gentes y sus recursos están sobrados de personas y valores materiales e inmateriales. Sólo nos falta colectividad en el esfuerzo, amplitud de miras y valentía para reconstruirnos y ser ejemplo para el resto de tierras de nuestra querida España.
¿Cuándo empezamos?