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Ernesto Escapa

20/10/2019
 Actualizado a 20/10/2019
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Cada artículo suyo era un capítulo de la cultura leonesa y castellana. De la literatura muy especialmente, pero también de la naturaleza, la historia, la economía y la vida en la cuenca del Duero. Y de toda la historia política democrática de las dos regiones que componen la autonomía. Leer a Ernesto era un camino cierto hacia la imprescindible felicidad de aprender; y de aprender de lo más cercano, y no por ello menos universal. De lo que él sabía y nosotros casi nunca sabíamos. Él tenía todos los datos, conocía todas las conexiones, y por eso poblaba sus textos de un atractivo juego de relaciones y hallazgos.

Leer su biografía impresiona. Solo desde una larga y sostenida pasión se puede escribir tanto, durante tanto tiempo, con tanto criterio y dominio. El mismo placer daba leer un texto suyo sobre Peñaranda de Duero que sobre algún escritor injustamente olvidado de las tierras leonesas o vallisoletanas. Lo mismo sus reflexiones viajeras sobre la bella, fluvial y románica Zamora que la evocación de un remoto ilustrado salmantino del que nadie se acuerda. O de un artesano de Soria. O de un ilustrado segoviano. O de un cocinero burgalés que murió hace mucho.

Ernesto Escapa fue un escritor que se dedicó a diversos empeños culturales, y que tuvo cargos en los albores de la Junta de Castilla y León. Estuvo en lugares estratégicos, destacando su larga y fructífera etapa al frente de la editorial Ámbito.

Pero él siempre fue por encima de todo lo que quería ser: un hombre que observa, ahonda y cuenta. Y todo ello con una prosa muy original, cuidada y cautivadora. Su muerte es una tragedia grande, que a tantos nos ha sorprendido. Aún era joven; era un caudal de vida y de historia. Una enciclopedia de nuestro vasto territorio físico y humano.

Solo lo vi una vez, pero fue una larga vez: en 2008, en una interminable y feliz cena y madrugada en León, con ilustres escritores leoneses y con el entonces ministro José Alonso, que se unió al grupo. Iban pasando raudas las horas y el que casi siempre hablaba era Ernesto, sólido y seductor. Narraba asuntos de mesoneros, de caminos, de montes, de ciudades y pueblos, de ríos y poetas, de Francisco Umbral y Miguel Delibes, de Omaña y Babia y de los variadísimos aspectos que conformaban su memoria inagotable. Ernesto Escapa era un escritor insustituible, nadie se parecía a él, a lo que él buscaba y encontraba. Nunca olvidaremos su entusiasmo y su legado; su laborioso y apasionado modo de estar en la vida.
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