En la luz epistolar

Padre, aquí lanzo un compromiso,  haré lo prometido: Leeré todos aquellos libros que algún día quisiste leer y te escribiré una carta por cada uno de ellos

Ruy Vega
26/11/2017
 Actualizado a 17/09/2019
Carátula del libro protagonista de la primera colaboración sobre otras publicaciones bercianas.
Carátula del libro protagonista de la primera colaboración sobre otras publicaciones bercianas.
Hola Papá. Me gustaría preguntarte cómo te va todo, qué tal estás o si ya has leído aquel libro del que hablamos tras el último café. Pero no puedo… Quizás eso ahora ya no importe o quizás importe tanto como para que la mejor solución sea olvidarlo. No lo sé. ¿Alguien lo sabe? Seguramente nadie.

Desde aquel día ya nada volverá a ser como antes. Quizás, al igual que los libros, los caminos tienen un principio y un fin. Puede que la vida sea un largo camino que recorres y que aún sabiendo de su fin, nunca quisieras que llegase, por muy tortuoso que este fuera. Nuestro recorrido juntos hace tiempo que se perdió entre las nieblas de un recuerdo que, día a día, me lleva a tiempos pasados que nunca quise dejar atrás pero que el propio destino nos arrebató.

Por todo ello, por ello y por aquello que te susurré y ahora solo tú y yo podemos cantar bajo las estrellas que a mí me observan y desde las que tú observas, me he lanzado en esta cruzada sin vencedores ni vencidos. Me enseñaste a leer, me enseñaste a escribir pero me también me enseñaste algo muy importante, que la unión de las palabras, además de llegar a significados concretos llegan a expresar sentimientos, aventuras increíbles y versos de infinita belleza. Desde las manos de escritores soñadores a los ojos de lectores ávidos de descubrimientos las historias siempre han volado desde la noche de los tiempos hasta un futuro ahora incierto. Y me mostraste que leer era maravilloso. Y por eso haré lo prometido. Leeré todos aquellos libros que algún día quisiste leer y te escribiré una carta por cada uno de ellos, contándote lo que querrías haber sentido y sintiendo lo que tú querrías haberme contando. Qué mejor manera que hablarte de libros que escribiendo… qué mejor manera.

He de contarte que estos días he estado sumergido en un libro distinto y posiblemente necesario. ¿Sabes? En alguna de las entrevistas que me han hecho siempre he dicho lo mismo. ‘Escritor es aquel que escribe’. ¿A quién se le ocurriría decir que escritor es aquel que ha publicado un buen número de novelas? No hace mucho tiempo leí que en realidad uno era aquello en lo que centraba su ilusiones. Por eso creo que hay muchos escritores en este basto mundo, escritores que dan clase como profesores, escritores que en su día a día trabajan como médicos, escritores que dedican su vida a cuidar a sus hijos o escritores que son ingenieros. Pero escritores. ¿Por qué? Porque escriben una y otra vez, porque leen un libro pero van más allá, a la estructura de las frases, al significado de los personajes. Porque cuando están felices redactan un poema, porque cuando están tristes, redactan tres. Y de eso trata el libro que acabo de leer, de escritores que han unido fuerzas y en sintonía con una gran capacidad han redactado una serie de relatos cortos que en su conjunto conforman la ‘Antología de relatos alumnado de escritura creativa Universidad de León’, publicado por PIEdiciones en junio de este mismo año.

No te he contado que tuve la suerte de estar como público en la presentación del libro aquí, en mi ciudad, en la que tú viviste tantos años, en Ponferrada. Recuerdo llegar al Museo de la Radio y ver mucha gente (siempre es buena señal que se acerque gente a la presentación de un libro). Allí conocí en persona a Manuel Cuenya, alma máter del libro, batuta para sus escritores, guía en el camino de todos ellos. Tenía la suerte de conocerle ‘virtualmente’ gracias a una entrevista que me había hecho hacía no mucho para la ‘Fragua Literaria Leonesa’. Por fin tuve la oportunidad de saludarle. Todo un referente. También, he de contarte un cotilleo, tuve la suerte de saludar a alguno de los autores del libro, como es el caso de Fernando Fernández Sánchez (quien es autor de ‘Les fourmis douces’) o de Laly del Blanco Tejerina, a quien tenía la suerte de poder seguir a través de las redes sociales.

Hay relatos buenos, muy buenos. Pero no solo eso, desde la batuta de Cuenya los alumnos han redactado páginas increíbles que llegan a lo más profundo. Todas tienen en común, y se nota tras cada punto, el amor por la literatura y la pasión por contar todas aquellas historias que nos rodean pero que permanecen en silencio si no hay un altavoz que las deje volar al viento de quien puede todavía escuchar.

Podría nombrarlos a todos pero entonces mi carta sería ilegítimamente larga e innecesariamente extensa. Y yo lo único que deseo es, en el fondo, hablar contigo. Te hubiera gustado tanto leerlo…

El relato ‘Entre las nieblas’, por ejemplo, es una maravilla. Angustioso, romántico, profundo y reflexivo. Poco más se puede pedir en tan poco espacio. Lo leí una vez, lo leí dos. Seguro que lo leeré alguna más. Además de éste hay muchos otros que tú también hubieras subrayado. Me los habrías contado tras una cerveza en aquella terraza que tanto nos gustaba o paseando por una vida que jamás te debió arrebatar de mi lado. Yo lo he hecho por ti. Me ha venido uno muy concreto a la cabeza, se trata de ‘Manos aladas’, de Gelines del Blanco Tejerina. Increíble. Espeluznantemente bello. Me pregunto qué pasa por la cabeza de aquellos que, como el protagonista, navegan por mundos desconocidos para el resto de nosotros. Y su final… su final es… entre épico y terrorífico. A ti, que al igual que a mí siempre te gustaron las historias de terror, te hubiera encandilado. Sin duda. Hay un relato paralelo a éste en el sentido que guarda en la piel del protagonista una visión del mundo distinta a la de aquellos que le rodean. Se trata de ‘Inocencio’ de Elba Casado. Nunca entendí tanto a los que el relato enmarca como hasta que leí esta maravilla. Cuánto aprenderían muchos leyendo apenas unas líneas de Elba. Te lo recomiendo. Y dentro de este marco podríamos también introducir el relato de Miguel Ángel Cercas Rueda titulado ‘El mesías’. Miguel te lleva por un camino para finalmente introducirte de golpe en un tramo oscuro en cuyo interior se descubre un final inesperado. Y eso, como sabes, me maravilla…
¿Recuerdas que siempre me insistías en lo difícil pero a la vez mágico que es lograr que el lector tuviera, a través de la lectura, vivencias anteriores? Pues Terelu Rodríguez González lo ha logrado en su relato ‘El paraguas… de Nela’. He tenido minutos sensacionales de recuerdos que jamás debí perder. ‘¿Qué poder mágico poseen los dibujos de mi paraguas?’ se llega a preguntar durante el relato. Algo que también es capaz de lograr Laly, de quien ya te hablé antes, con su ‘Amasando cansancios’. Muy recomendable.

Pero también hay relatos valientes, arriesgados, de esos que se deben elogiar, además de por ser estupendos, por la valentía del escritor o escritora que lo levanta bajo una sociedad que todavía es encubiertamente poco dada a lo diferente, a aquello que no se da en la mayoría de nosotros. ‘La prisa’, de Noemí González Campillo es un tesoro. Mencionando a únicamente a dos mujeres habla de una gran mayoría y del inequívoco sentimiento de la atracción, porque quizás se debiera catalogar así. ‘A mi lado, mi suave y seductora felina tiene una impecable copa de vino blanco que acaba de servirse, manchada con la imperfecta huella de su saliva’.

Me encanta. También podría introducirse en este viaje por la sinceridad ‘La Confesión’ de Amador Fonfría, tan atrevido como atmosféricamente rodeado de fuerza humana. Diario de un ludópata’, de Francisco Pacios Fernández, me ha llegado muy adentro. Ya no únicamente por la sincera y terrible historia que nos cuenta sino también por su manera de redactarla. Escrita bajo un diario, no he podido evitar relacionar el estilo con el de mis dos novelas, y eso ha hecho sentir que estas páginas eran en el fondo primas de las que yo suelo escribir. Podría seguir y seguir con todos ellos, con Ana María Alfonso Guerrero con ‘Casona por última vez’, Carla López con ‘El hombre del piano’, Marina Gay Ylla con ‘Higuera’, Pablo Álvarez León con ‘Los vencidos’, Yolanda Casado con ‘Un minuto’, Emma S. Varela con ‘El juego del armario’ (no puedo dejar de suspirar al leerlo), José L. Rodríguez con ‘El tiempo detenido’ o ‘La espera’ de Consilii Pérez Flórez. Ahora te dejo descansar, que tras una vida dedicada a los demás creo que es lo menos que podemos entregarte. Permíteme que siga leyendo, descifrando los mensajes y vivencias que tras cada palabra esconden los escritores y permíteme también, aunque solo sea terapéuticamente, regresar con un nuevo libro que contarte.
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