20/12/2018
 Actualizado a 12/09/2019
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En unos pocos días la Fundéu dará a conocer la palabra del año 2018 y es una pena que uno de los términos más apropiados para definir el momento económico y político que atravesamos haya venido al mundo demasiado tarde. Lo paría esta semana José Luis Feito del Instituto de Estudios Económicos en ese afán cada vez más extendido de servir en bandeja los titulares. Considera Feito que la subida del salario mínimo interprofesional a 900 euros que tiene previsto aprobar mañana el Gobierno en el excéntrico Consejo de Ministros de Barcelona será un ‘empleocidio’. Herodes Sánchez ordenará en una Casa Llotja de Mar blindada la muerte masiva de los empleos no nacidos que se iban a generar en 2019. Empieza Sánchez a pagar el apretón de manos con Pablo Iglesias vía Real Decreto temiendo que la factura no llegue jamás a través de unos nuevos Presupuestos Generales del Estado. Nuevo decretazo para recuperar la iniciativa política con el que el Ejecutivo socialista abandona definitivamente la mesa del Diálogo Social. Allí donde se acuerdan estas cosas negociando también con la patronal para evitar luego las consecuencias desastrosas que suelen traer siempre las vías unilaterales. Quizá por eso tenía que ser en Barcelona, que en este presidente todo es simbolismo.

Pero si se hubiera acuñado antes, ‘empleocidio’ no sería nada mal término para incluir en el diccionario de este 2018 que también se nos escapa ya entre los dedos. Es capaz de definir con bastante eficacia el paradigma económico de las sociedades posmodernas en transición constante hacia lo desconocido. Hasta ahora el progreso tecnológico generaba automáticamente puestos de trabajo que permitían el desarrollo de las economías. Sin embargo atravesamos un dilema aun sin resolver. El progreso extermina sin piedad oficios y sectores enteros sin ofrecer alternativas para un futuro inmediato. Contra un ‘empleocidio’ se manifestaron el sábado masivamente en El Bierzo. El cambio necesario hacia una generación de energía más limpia y el imprescindible compromiso contra el cambio climático han asesinado en unas pocas décadas la minería del carbón y las industrias térmicas. Con ellas, miles de empleos que eran el pilar de la economía de toda la comarca. Sin reconversión a la vista. Un ‘empleocidio’ está sufriendo en silencio el medio rural. La agricultura y ganadería aguantan a duras penas el envite de unos pagos míseros por sus productos, congelados durante décadas y que abocan a la ruina las pequeñas explotaciones. La última condenada es la remolacha, que con la anunciada bajada de precios también atisba el abandono del cultivo. Los informes y sesudos estudios anuncian que el 80% de los trabajos más demandados del futuro aun no existen. Es un problema que, en lo que se deciden a aparecer, las familias conservan la mala costumbre de comer todos los días y pagar facturas una vez al mes.

Pues mañana, además de la siguiente escena del sainete catalán, Pedro Sánchez será un nuevo ‘empleocida’ del nivel de Zapatero, decía también José Luis Feito. La política en general se ha vuelto ‘empleocida’ mientras la máxima del impulso de la economía sea aquella estabilidad que niegan las urnas y se mercadea en los despachos.
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