Embrión del pan y el vino

Amasar en común y escuchar cómo cuece el vino son ahora recuerdos de nuestros pasos al recorrer los hornos y lagares que hicieron posible esa puesta en común de los sentidos en Carracedelo. El pan y el vino le da nombre a una nueva ruta de nuestra serie, con el mimo de la memoria

Mar Iglesias
19/07/2018
 Actualizado a 13/09/2019
El primer lagar del camino, en el que se muestra el esquema de la ruta, muy desgastado ya. | M.I.
El primer lagar del camino, en el que se muestra el esquema de la ruta, muy desgastado ya. | M.I.
Si algo es Carracedelo es agricultura y piedra, una mezcla que deja un sabor entre la nostalgia, el romanticismo y el trabajo duro que pare los frutos con los que se fabrica un pasado y un futuro en la misma sintonía. Y en esa mezcla es como nacieron, hace una década, las rutas alusivas a esas riquezas patrimoniales y agroalimentarias.

La puesta en valor requería invertir en la recuperación de lo perdido. Los lagares antiguos que otrora daban a luz a vinos interesantes y que más tarde se quedaron como ruinas del abuelo, comenzaron a ser vistos como parte de un todo que compartir, tal vez, con los hornos comunales que compartieron los diferentes pueblos del municipio y que también habían perdido esa función del amasamiento semanal común.

Al fondo de los edificios secuestrados por el tiempo estaba la vida de pueblo, el recuerdo vivo de que los que aún viven en ellos. Y así se inició la idea de hacer una ruta que llevara el nombre de del pan y del vino. Aunque no es una ruta al uso, de la que se puede hacer en cualquier momento, porque las edificaciones están cerradas, sí permite ver la grandeza de estos pueblos asomados a dos ejes centrales de su vida pasada, la Casa Rectoral y el Monasterio de Carracedo. Ambos puntos son atravesados por la ruta que se inicia a las puertas del Ayuntamiento de Carracedelo. A escasos metros, entablando conversación con la carretera que nos dirige a Villadepalos, nos topamos ya con el primer largar. Se llama el lagar ‘Carracedelo 1’ y está ubicado en la calle San Esteban 20. En sus paredes de piedra y barro se deja ver el recorrido que vamos a acometer, pero de una manera muy sutil, porque el tiempo ha borrado los detalles. Sí descubre los enclaves importantes que aparecerán a lo largo del recorrido de 12 kilómetros que iniciamos aquí.

Pasaremos después por el lagar Carracedelo 2, cerca de los Cañizos. Y después ya comienza la mezcla entre el olor a pan y el del vino a la espera de hacerse. Eso en el imaginario y tal vez en alguna de las largas vigas de madera que tallaban el vino de la zona que le dio inicio. Sigue el paseo por el horno del Caño, y el lagar de Villadepalos. Las construcciones se parecen y no se dejan destacar demasiado entre las demás. Es la humildad del pueblo, de esos edificios útiles que no eran monumentos ni patrimonio, eran los lugares donde se fraguaban los alimentos más necesarios, los que hacían mesa. Los pasos nos llevan al horno de Posada, después al del Encinal, al del Negrillal y al de San Blas. De ahí nos pasamos a la zona de Carracedo del Monasterio para ver su horno, también restaurado.

No podemos dejar de fijarnos en la Casa Rectoral y su grandeza. Se trata de una vieja casona del siglo XVIII que el Obispado de Astorga utilizó durante décadas como Casa Rectoral en sí y que después quedó en el olvido, al lado de la iglesia. Pero hace unos siete años que, tras su recuperación en Carracedelo, se adecuó para darle una segunda vida que aún mantiene. Hoy es casa de los siete consejos reguladores agroalimentarios.

Pimiento asado, cereza, castaña del Bierzo, manzana reineta, pera conferencia y botillo del Bierzo tienen casa en la mansión empedrada que es uno de los focos de atención de una ruta, por otro lado demasiado urbana para su calado rural. La Casa Rectoral será un descubrimiento para el caminante, porque seguro que tiene más referencias del otro polo entre lo patrimonial y lo agroalimentario, por donde también pasa la ruta, el Monasterio de Carracedo, una antigua abadía, ya exclaustrada, fundada en el siglo X y perteneciente a las órdenes benedictina y, posteriormente, cisterciense. restaurado también y en la actualidad utilizado para eventos culturales, el Monasterio es clave para el turismo del municipio. En él se celebra cada año la fiesta del primer mosto y también la recreación medieval que toca vivir de nuevo en agosto.

Pero Carracedelo no solo vive de pan y vino ni siquiera en sus rutas, por eso ha abierto otros recorridos que siguen esa misma dinámica de conocimiento de lo que es, de lo que vive, de su pasado, de su patrimonio y de su paisaje. Por eso este año ha celebrado la primera década compartida con el recorrido llamado ruta de la fruta, que pasa cerca del consultorio médico de la localidad para compartir 10 kilómetros en una ruta de dificultad baja y circular que pasa por las plantaciones de peras y manzanas. Y en clave verde, la ruta de los humeiros que realizaron los alumnos de un curso de jardinería.

Con 12 kilómetros, se adentra en un espacio fantástico de seis kilómetros a orillas del río y de vuelta por Villadepalos. Son los pequeños regalos de un pueblo con menos de cuatro mil habitantes y, curiosamente, no dado a la despoblación.

Seis pedanías le dan vida: Carracedo del Monasterio, Carracedelo, Posada, Villadepalos, Villaverde de la Abadía y Villamartín de la Abadía. Todos con un peculiar olor a pan y vino que puedes imaginar solo tocando esas huellas...
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