22/01/2023
 Actualizado a 22/01/2023
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Esta semana no puede hablarse de otra cosa porque desgraciadamente el viejo anhelo de esta tierra por ser conocida más allá del frío, los paisajes naturales y la longitud de unas carreteras por las que se ha de pasar (está en el santo medio y es grande) se ha cumplido gracias a una colección de momentos de gran vergüenza ajena y propia. A veces es conveniente que los deseos no se cumplan, sobre todo si el genio de la lámpara hace como poco cincuenta años que no sale a tomar el aire.

Todos hemos conocido a alguien así. En el patio del colegio o en la cuadrilla de al lado. El chulito piscinas, el fantasmón de discoteca, el memo de TikTok. Tipos con semblante engreído que levantan el mentón y sonríen de través cuando no toca después de lanzar disparates a destiempo sin despeinarse un copete pasado de moda que consideran aristocrático. Señores que no dan el nivel y se sienten parapetados por un puesto donde han llegado sin mérito alguno, gracias a papá o a un rebote, para soltar cualquier bomba sin tener en cuenta los daños.

Lo resume la cara del portavoz Fernández Carriedo, que es una cara que aguanta mucho y ha tenido que aguantar esta semana lo que nunca. Su cara lo dice todo. Hasta él ha tenido que reconocer que esto ha sido una chapuza. Hasta él, que parece ese de la pandilla que era el único amigo del mencionado antes y nadie sabía por qué era amigo suyo. Esta vez no ha servido ni el habitual recurso a «fíjense bien qué malísimo es Sánchez, él hace (otras) cosas peores». Da pena que el PP no aproveche para liquidar este esperpento que va camino de empeorar y convoque unas elecciones ahora que ya saben lo que les espera si confían gobernar con esta gente en otros sitios. Por menos y mucho menos bochornosos problemas de coalición de gobierno claman ellos por el final de ese ‘sanchismo’ que es la octava maravilla en comparación.

Quizás alguno no sepa de embarazos, pero este gobierno autonómico nos deja embarazados cada vez que habla, nos impide saber qué decir ante tamaño despliegue de regresión a las cavernas. Uno escucha lo que escucha y no lo puede creer. Aunque no hay mal que por bien, etc. Gracias a este sainete nos enteramos mejor de las enormes dificultades que tiene ejercer este derecho en la sanidad regional: apenas dos hospitales públicos lo facilitan (recordemos lo extensa que es esta tierra para recorrerla) y se escatima con derivaciones a la privada. Así que en realidad hablamos de recortar más y de intimidar mucho más. La agresión a derechos no es nueva, pero no ocupaba portadas.

Respecto al aborto, se ha dicho ya casi todo. Cada vez que surge este debate sobre un derecho personal e intransferible de las mujeres parece que solo hay hombres opinando a voces y sin embarazo sobre cómo limitarlo. El mejor resumen sobre el tema lo hace mi amigo Rodera a partir de una famosa frase: «si los hombres se quedaran embarazados, en los bares habría máquinas expendedoras para abortar».
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