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El yacimiento de Cercadilla

15/11/2022
 Actualizado a 15/11/2022
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El que no esté muy al tanto de los acontecimientos históricos esto le sonará a cosas remotas e incluso a monserga, pero nada más lejos de la realidad. Si durante unos instantes se toma conciencia y contacto con nuestros antepasados, para aprender algo que niegan algunos conspicuos historiadores subidos al pedestal de su soberbia: la historia se repite sobre todo en las actuaciones de los humanos que contemplan su pasado como algo intrascendente y efímero porque no han aprendido algo tan básico como que el progreso se construye respetando los valores y las creencias actuales y las de nuestros ancestros.

Y no tiene nada que ver que este breve apunte que reseñamos, dado el formato de este escrito, esta reseña pertenezca a una comunidad autónoma como la andaluza, por cierto, que sale en estos momentos de un marasmo y una oscuridad a la que le habían sometido ciertas tendencias equivocadas.

Hace 30 años que se descubrió un yacimiento arqueológico valiosísimo en un punto privilegiado de España y de Europa como es el yacimiento de Cercadilla.

A finales de febrero de 1991 y dentro del Plan Artrial Ferroviario, al practicar el soterramiento de las vías del tren que en aquellos momentos dividía a la ciudad de Córdoba en dos mitades, como sucede en muchas ciudades españolas, apareció un yacimiento de una riqueza inigualable y con el regalo extra de los restos del Palacio del Emperador Maximiano Hercúleo, perteneciente al siglo III después de Cristo. La obra había sido adjudicada a la empresa Dragados por un valor de siete mil millones de pesetas.

Debemos recordar quiénes mandaban en el empeño de que el AVE llegará a Sevilla en aquella época, como dicen los ‘modernos’ del lenguaje, «sí o sí». Ya pueden imaginar todos que los que comandaban la actividad cultural realizaron un mutis por el foro, se callaron como puertas y el olvido secular de los españoles de a pie y de las autoridades intelectuales y políticas, también obviaron el problema de aquellos restos romanos inoportunos para el progreso evidente y de la Expo de entonces, de forma que las obras arramplaron con los restos que posteriormente han quedado acotados como vestigios molestos de esta especie de autodestrucción íbera que nos caracteriza como un pueblo que no cuida, ni su historia, ni su prestigio.

El Ministerio de Transportes, la Junta de Andalucía y el Ayuntamiento de Córdoba habían trazado un trayecto distinto que respetaba el yacimiento pero el Gobierno central comandado por el PSOE, con decisión poderosa y la imperiosa necesidad de exhibir el logro sevillano de la Expo de 1992, hicieron que el «progreso» y el «avance» se impusieran al hecho de conservar el patrimonio cultural evidente que sirviera para estar orgullosos de un pasado, aprender de los hechos que sucedieron en otras épocas y presumir de tener una tierra, en este caso Andalucía, que ha conocido diversas culturas, influencias de otros pueblos y que fue un crisol donde se formó un tipo de ser humano peculiar y atrayente.

Se impuso el AVE y el postureo moderno por encima de la racionalidad y la sensatez de elegir otra disposición, otro trazado y estrujar las meninges para que no sufriera el Patrimonio y no se retrasara el necesario repunte de modernidad que la sociedad española requería. Primó el sacar pecho y la victoria de la ideología progresista, mal llamada así por algunos.

El periodista Rafael Ruiz, de ABC Sevilla, lo especifica muy bien en un artículo publicado el 4-4-2021, como buen informador de la actualidad de la capital cordobesa.

La elite cordobesa se hizo el haraquiri, una vez más, colaborando así en el rechazo de todas las propuestas del traslado de restos. Se salvó la gran cisterna que está ubicada junto a la sede de RTVA en la Glorieta del Conde de Guadalhorce, antigua estación de Renfe. Todo lo demás fue destruido.

En este momento se trata de enseñar a todos este yacimiento y también esto se retrasa, se adormece y se le cuelga el sanbenito de dejarlo para otras ocasiones.

Naturalmente que es un caso, entre muchos otros, donde la actitud vergonzante de algunos que sacan pecho con sus especulaciones y victorias pírricas, debían de ofrecernos su acto penitencial con los cilicios desplegados sobre su gran ignorancia que se extiende por otros casos de la geografía nacional.

Nosotros deseamos que la sensatez y la racionalidad tengan algún día sus frutos en esta España tan querida pero tan maltratada por algunos patrioteros advenedizos.
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