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El valor del esfuerzo

17/09/2020
 Actualizado a 17/09/2020
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Desde hace ya algún tiempo estamos pisando a fondo el pedal del acelerador de nuestras vidas. Las revoluciones del motor de la sociedad van en aumento y lo peor es que no se prevé un descenso de estas. Quizás ya no sea posible bajar de velocidad y la única salida sea seguir conduciendo cada vez más rápido hasta que en una curva de la vida nos salgamos de la carretera y nuestra sociedad dé unas cuantas vueltas de campana. Esperemos al menos que las medidas de seguridad funcionen y podamos emprender un nuevo viaje en el que a velocidad moderada podamos disfrutar del trayecto.

Nos hemos dejado inocular el virus de la inmediatez. Queremos todo rápido y además invirtiendo el menor esfuerzo posible. Buscamos resultados rápidos e inmediatos, sin importar la calidad de estos. Lo importante es no parar de sumar. Da lo mismo que algunos de los dígitos sean en negativo, eso es lo de menos. La clave está en conseguir los objetivos en cada vez menos tiempo y sin invertir grandes cantidades de energía.

No es de extrañar que cuando a las nuevas generaciones se les habla del valor del esfuerzo te miren extrañados, mientras repasan mentalmente si ése es el título de una de las últimas canciones del TikTok. Está claro que la vertiginosa evolución de las nuevas tecnologías ha cambiado la sociedad en la que vivimos. Luchar frontalmente contra esto sería igual de ilógico que si cuando nuestros antepasados comenzaron a utilizar el fuego, algunos se hubieran opuesto a su uso simplemente porque suponía una novedad y acarreaba ciertos riesgos. La clave estaba en ese momento en cómo se utilizaría el fuego y para qué. Lo mismo sucede en la actualidad, en la que Internet y sus derivados están cambiando continuamente el mundo a la misma velocidad que a la que nos están intentando obligar a vivir.

El último ejemplo que nos debería hacer reflexionar sobre la versión actual del valor del esfuerzo nos lo regala Google, quien ha presentado unos cursos online en áreas muy concretas relacionadas con su actividad. Por sólo 300 dólares y en 6 meses como máximo los alumnos obtendrán un certificado que los responsables del gigante tecnológico ‘tratarán como el equivalente de un título universitario en carreras de cuatro años’. El problema no está en las ventajas de la formación online, la cual ya es una realidad incontestable desde hace años y que ahora tras la pandemia de la COVID-19 ha ganado y ganará aún más adeptos. La cuestión está en si es un acierto o un error comparar un Grado universitario con un curso de seis meses. Lo que está claro es que ante las dos posibilidades, tanto por tiempo como por dinero, la mayoría de las personas se quedarían con la opción de Google. Es evidente que la especialización es un valor añadido a la hora de encontrar un futuro laboral, pero si se carece de conocimientos generales nos podemos encontrar en que la puerta que se te abre a corto plazo, cuando se cierre, te deje en un pasillo interminable lleno de puertas cerradas.

No caigamos en el error de convertirnos en negacionistas de las ventajas que ofrecen las nuevas tecnologías, pero tampoco seamos fanáticos de querer tirar a la hoguera algunos de los valores y pilares por los que la sociedad en la que vivimos ha evolucionado, en principio, para bien. Quizás esta apuesta de Google por querer de algún modo suplir a las universidades tal como las conocemos, debe valer para que la comunidad universitaria también haga cierta autocrítica y reflexione sobre sus puntos débiles y en ocasiones su falta de agilidad a la hora de dar respuesta a las nuevas necesidades educativas. Mientras tanto y aunque sea una tarea hercúlea, no nos queda más remedio que seguir inculcando en las nuevas generaciones los beneficios del valor del esfuerzo, que si bien a corto plazo no da unos resultados evidentes, es el mejor camino para llegar a los grandes objetivos que cada persona debería tener en su vida. Y esto sólo se conseguirá si somos capaces de levantar el pie del acelerador de la vida y disfrutar del paisaje mientras llegamos a nuestro destino.
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