El retorno de lo muerto

Bruno Marcos escribe sobre la exposición fotográfica 'Tres mujeres Magnum', que se puede visitar en El Palacín y que se clausurará en los próximos días

Bruno Marcos
16/09/2022
 Actualizado a 16/09/2022
Paul Newman en el Actors Studio (1955). | EVE ARNOLD
Paul Newman en el Actors Studio (1955). | EVE ARNOLD
Una de las fotografías más enigmáticas de entre las que cautivaron la atención de Roland Barthes fue la del joven Lewis Payne, retratado por Alexander Gardner el día antes de su ejecución en 1865, después de haber intentado asesinar al secretario de estado norteamericano.

Barthes clava la mirada en esa imagen y encuentra que es bella, que el muchacho retratado también lo es, y señala que ambos son hermosos porque se ve al mismo tiempo algo que «ha muerto y que va a morir». Esa instantánea reúne todos los elementos profundos que Barthes indicó como constitutivos de la auténtica esencia de la Fotografía. El modelo, ajeno al posado, aparece con la mirada perdida, olvida o ignora a la cámara, es el ‘spectrum’ porque tiene algo de espectáculo pero, sobre todo, es un espectro, un fantasma, algo que sin estar se ve, la imagen de algo que estuvo pero desapareció y que, sin embargo, sigue apareciéndose justo antes de morir.

En la Fotografía se produce el retorno de lo muerto, de ahí que la estampa infantil de su madre, al poco de fallecer, le acabase por parecer a Barthes una conexión física con ella, una materia que se transformó al chocar la luz contra su cuerpo cuando aún existía.

Pienso esto al salir de la exposición ‘Tres mujeres Magnum’, que se puede visitar en la sala El Palacín de nuestra ciudad y que se clausurará en los próximos días. Se trata de una colección de imágenes cuyas autoras tienen en común haber sido incorporadas a la prestigiosa agencia fotográfica Magnum: Eve Arnold, Inge Morath y la española Cristina García Rodero, siendo las dos primeras pioneras en un mundo eminentemente masculino. Las sesenta imágenes seleccionadas de entre tres mil para esta muestra hacen un recorrido por la peculiar mirada de cada una de estas autoras en su tiempo correspondiente. Se encuentra en la sala el ya muy conocido trabajo de García Rodero en la tradición de mostrar la España oculta y residual —extendido luego a otros lugares del planeta—, junto a los enfoques de Arnold y Morath que retratan la misma época de formas diferentes.

Llaman la atención las imágenes dedicadas a las celebridades del cine de los años cincuenta y sesenta del pasado siglo, tomas de descansos en rodajes, visiones de los mitos del momento que salen del plano de su fama para ser capturados fuera del posado. En cierta medida, estas fotografías buscan esa autenticidad de la que hablara Barthes. La fotografía de celebridades, que desea construir un monumento contra el paso del tiempo, es así devuelta a su naturaleza primera, desde el espectáculo al espectro, algo que ha muerto y fantasmalmente vuelve aparecer mostrando que iba a morir, produciendo una vez más el retorno de lo muerto.
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