El 'Quijote’, un western crepuscular

Bruno Marcos escribe sobre el 'Quijote' con motivo del Día del Libro

Bruno Marcos
22/04/2023
 Actualizado a 22/04/2023
Ilustración de Gustavo Doré para el 'Quijote’. | L.N.C.
Ilustración de Gustavo Doré para el 'Quijote’. | L.N.C.
España es un país cuya mejor obra literaria es una que nació contra los libros, al menos contra un tipo de libros, y que además contiene una quema de ellos; eso sí, por hacer un bien a un señor que perdió el juicio al leerlos. Son los libros de caballería, libros al fin y al cabo, que le sorbieron el seso al bueno de Alonso Quijano que, al estar ocioso las más de las veces, se entregó por completo a ellos.

Son muy conmovedoras las disculpas que le ofrece a Sancho Panza en el lecho de muerte el hidalgo manchego, le pide perdón por haberle dado la ocasión de parecer loco como él, es decir, no se arrepiente de haberle dado la oportunidad de volverse loco sino la de parecerlo. Es posible que el gran tema que nos pasa desapercibido casi siempre en esa obra sea, paradójicamente, el mismo que el de las novelas de caballería que pretende denostar: la justicia, la más cuerda de las aspiraciones humanas.

Alonso Quijano le pide disculpas a Sancho Panza por haberle hecho creer que la justicia se puede materializar, que salir a los caminos a hacerla no es majadería, que la justicia no es una quimera, que volver al mundo cuerdo no es una locura aunque lo parezca. Todo ello produce algo que también nos pasa casi siempre inadvertido, que la aventura quijotesca es algo estético donde lo bello va siempre hermanado con lo bueno y, aunque estemos ante una parodia, nunca la realidad mostrenca es capaz de ponerse por encima de los hermosos hechos que buscan los dos amigos.

Si el gran tema del ‘Quijote’ fuera la justicia el gran personaje no sería el Caballero de la Triste Figura sino don Alonso Quijano, ese hombre mediano en todo, en edad y en fortuna, un señor al que se le describe —seguramente como a nadie en la historia de la literatura— por lo que come, del que no se espera nada y de pronto da todo. Son los libros los que le sacan de su monotonía, los malos libros los que le hacen un personaje histórico, un chalado universal que quiere enderezar el torcido mundo soñando despierto y que conmueve buscando ridículamente la justicia.

Cervantes quiere acabar con la fantasía caballeresca creando otra fantasía justiciera que es la comprensión del ser humano, más loca todavía porque a través del desengaño en la suya se transparenta la sorda realidad. Cervantes hace la novela de caballería crepuscular, como el western, caballeros andantes o pistoleros en las películas de vaqueros que recorren melancólicamente los caminos batiéndose en duelo contra los malos cuando sus ideales ya pertenecen a un pasado que no se sabe muy bien si existió realmente, mientras el mundo se vuelve un lugar cínico y feo. Está por hacer la novela del hombre que por ver muchas películas del oeste enloqueciera echándose a los caminos para ser John Wayne.
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