"El problema del periodismo es cuando se vuelve vampírico"

Consagrada como novelista a pesar de su juventud, Noemí Sabugal llega ahora a las librerías con una selección de las columnas publicadas en este periódico, ‘Flores prensadas’

David Rubio
23/10/2022
 Actualizado a 24/10/2022
Portada del libro 'Flores Pensadas' de Noemí Sabugal. | L.N.C.
Portada del libro 'Flores Pensadas' de Noemí Sabugal. | L.N.C.
Su último libro, ‘Hijos del carbón’, es un viaje por las cuencas mineras de toda España, a medio camino entre el ensayo y la crónica periodística. Antes escribió novelas como ‘El asesinato de Sócrates’, ‘Al acecho’ o ‘Una chica sin suerte’ que la han convertido en una de las voces más relevantes de la nueva literatura española. Ahora presenta ‘Flores prensadas’ (Sílex ediciones), una selección de sus columnas, la mayoría de ellas publicadas en este periódico, a cuyo nacimiento contribuyó decisivamente y en el que sigue puntual a su cita con los lectores cada sábado.

– ¿Qué criterio ha seguido para la selección de estas columnas de entre todas las que ha publicado?
– La columna es la escritura del instante y está pensada para ser leída en el instante, así que no es fácil que resistan el paso del tiempo. He intentado elegir aquellas que, de alguna manera, trascendían el momento y seguían teniendo interés y viveza. Y las he organizado por temas. Así que hay columnas sobre lo cotidiano, de actualidad, las que escribí durante el confinamiento; sobre historia, libros y cine; y otras dedicadas a amados, amigos y admirados.

– ¿Por qué ‘Flores prensadas’?
– Porque las columnas son flores de un día y publicarlas en un libro es como coger una flor fresca y meterla entre las páginas. Es también, claro, un juego de palabras entre el lugar en el que se publican, la prensa, y el hecho de prensar una flor y ver qué conserva de su color y aroma o si se convierte en polvo.

– ¿Es la opinión el reducto del periodismo más literario en la prensa de hoy?
– No, hay columnas literarias y otras que no lo son y tampoco tienen por qué serlo. Es cierto que es un género periodístico que suele sumergirse mucho en la literatura, pero también ocurre con la crónica, con el perfil y con el reportaje. Por otra parte, la literatura siempre ha estado presente en el periodismo y yo cada semana encuentro artículos que son para quitarse el sombrero.

– ¿Echa de menos, aunque sea un instante fugaz muy de vez en cuando, el ejercicio diario del periodismo?
– Claro que sí, lo que ocurre es que ahora tengo más tiempo para escribir muchas otras cosas y ese tiempo lo necesito, porque hacer un libro requiere mucha dedicación. Pero como cada semana escribo la columna, este ejercicio continúa manteniendo activo el músculo periodístico. También escribo artículos para algunas revistas. Además he pasado el periodismo a mis libros, ya que ‘Hijos del carbón’ es también una crónica.

– ¿Cómo ve la profesión?
– El periodismo tiene el gran problema de la precariedad y, muchas veces, de unos horarios disparatados. Es una profesión exigente y eso lo sabemos, pero lo malo es cuando se vuelve vampírica. Por otra parte, se sigue haciendo muy buen periodismo, porque hay buenos periodistas, y un periodismo nefasto, porque toda la vida ha habido también periodistas nefastos. No creo en el discurso de que todo es siempre peor de lo que fue. Además, se están haciendo libros muy buenos en los que el periodismo es la columna vertebral. Nunca se queda bien dando nombres, porque siempre se te pasa alguien pero, además de las cosas estupendas que escriben los periodistas latinoamericanos, ahí van algunos: Sergio del Molino, Paco Cerdà, Virginia Mendoza, Ander Izagirre, y muchos otros que están publicando en algunas editoriales como Libros del KO y Pepitas de calabaza.

– Dice Rosa Montero que «cuando hago periodismo escribo de lo que sé; cuando hago literatura escribo de lo que no sé que sabía». ¿Le pasa algo parecido?
– Entiendo lo que dice Rosa Montero, pero creo que el periodismo y la literatura pueden estar cada uno en la punta de una habitación o bien comiendo juntos en una mesa en el centro. Si es posible, a mí me gusta que estén juntos en esa mesa. Y diría que hago ambas cosas, que pueden ser la misma, porque quiero saber.

– Además de su admirada Leila Guerriero, ¿quiénes son sus referentes en el género del columnismo?
– Las columnas de Leila Guerriero son una maravilla, porque todo lo que escribe lo es, pero su talento se vuelca todavía más en sus crónicas y en sus perfiles, que se recogen en libros como ‘Frutos extraños’ y ‘Plano americano’. Es una maestra de periodistas y una maestra de escritores, que ella diría que son lo mismo. De los columnistas, pico aquí y allá e intento descubrir alguno nuevo, y suelo leer las columnas de Jabois, las de Irene Vallejo, Txani Rodríguez, Elvira Lindo, Juan Tallón e Ignacio Martínez de Pisón. Y más, pero la lista es larga. Y echo mucho de menos las de Julio Llamazares en El País y aquí queda dicho esto por si, por despiste, pasa por estas líneas alguien del periódico.

– ¿Dónde suele encontrar las semillas de las que terminan brotando estas flores prensadas?
– En cualquier sitio. En cosas que me han ocurrido, en los libros, en la actualidad. Lo normal es que sea una combinación de todo eso. Casi siempre hay una idea-germen y después, a saber cómo, van saliendo.

– ¿Es la columna una liberación del trabajo de una escritora?
– No, es parte de mi trabajo de escritura, pero con ciertas características. Como digo al principio del libro, la columna suele tener un cordón umbilical que la une a la actualidad. Géneros como la novela o el cuento pueden tenerlo también, pero disponen de una mayor libertad. De una libertad total, diría.

– Demasiado a menudo a los periodistas se nos cuela la opinión en la información. ¿Pasa lo mismo con las novelas?
– Con sólo elegir un tema ya estás opinando y eso está bien. Estás diciendo: «esto es lo que me interesa, aquí voy a mirar». Coincido con Leila Guerriero en que es erróneo el concepto de objetividad. Yo no soy un objeto, soy un sujeto, una persona. Guerriero dice que el periodismo es una mirada, una visión del mundo, una subjetividad honesta. Este concepto de subjetividad honesta es importante. Quiere decir: no invento, no te voy a contar lo que no ocurrió. No hay ficción. En la novela sí hay ficción y ahí la opinión de la autora o el autor también se filtra en la trama o en los personajes, aunque a veces ocurre que se quiere ver a esa misma autora o autor en todo lo que cuenta y eso no es así. Si yo imagino, porque estoy haciendo novela, a un protagonista que es un sociópata, no quiere decir que yo lo sea o que lo reprima. Esto que digo parece algo de trazo grueso, algo evidente, porque todo el mundo sabe que en la novela se inventa, pero a veces me sorprendo.

– ¿Puede contar algo de los nuevos proyectos en los que está embarcada?
– No me gusta hablar de los libros en marcha porque todavía no existen e incluso podrían llegar a no existir nunca. Y así trabajo más a gusto y nadie me pregunta por el tema cuando estoy tomándome el pincho de tortilla en la cafetería.
Archivado en
Lo más leído