"El primer enemigo fue la orografía"

Peña Morquera, sobre La Mata de la Bérbula, y su importancia en el Frente Norte durante la Guerra Civil es la protagonista de la ponencia doble que este viernes ofrecen en Valdepiélago los historiadores Javier Llamazares y Javier Rodríguez

Fulgencio Fernández
20/10/2017
 Actualizado a 16/09/2019
Interior del bunker en galería de Peña Morquera, desde cuya tronera permitía tener controlados los movimientos que se producían en los valles cercanos.
Interior del bunker en galería de Peña Morquera, desde cuya tronera permitía tener controlados los movimientos que se producían en los valles cercanos.
Desde hace varios años, el interés general por la Guerra Civil ha suscitado que cada vez un mayor número de personas se sientan atraídas por los escenarios de la contienda. Sin embargo, el Frente Norte, y especialmente la parte más occidental, han quedado relegados en el plano de la investigación histórica, a pesar de contar, tanto Asturias como la provincia de León con ricos conjuntos arqueológicos a este respecto». Atendiendo a esta premisa, más bien esta realidad, dos historiadores leoneses —Javier Rodríguez y Javier Llamazares— acuden esta tarde (a las 19.30 horas) al Ayuntamiento de Valdepiélago para ofrecer una charla doble: ‘La Guerra Civil en León’ (a cargo de Rodríguez) y ‘El conjunto arqueológico de Peña Morquera’ (Llamazares).

Recuerdan que el conjunto arqueológico de Peña Morquera, en la margen derecha del río Curueño, «refleja uno de los escenarios de la resistencia republicana en el Frente de León con diversas y variadas estructuras» que han estudiado y documentado «con una minuciosa prospección del terreno, así como con la consulta de bibliografía especializada y mapas topográficos».

Concretamente, señalan que Peña Morquera (altitud 1.335 metros) «es el nombre dado a una sierra escarpada de gran altura que se alza sobre la orilla derecha del río Curueño, entre Valdepiélago y Montuerto. Desde ésta, se domina una amplia panorámica sobre las riberas del Curueño y el Porma». Con anterioridad a las estructuras militares de la Guerra Civil se habían «hallado en ella vestigios de un castillo medieval, así como de un castro. De este último, aún hoy en día, es posible reconocer una estructura rectangular en su parte meridional, así como fragmentos de molinos circulares en superficie».Centrándose en el objeto de su trabajo, señalan los historiadores que «se han contabilizado diez estructuras pertenecientes al conflicto bélico acaecido entre los años 1936 y 1939. Todas ellas fueron levantadas aprovechando los materiales pétreos locales, tanto los que afloraban en el entorno de manera natural como aquellos que conformaron las murallas del castro. Así mismo, dichos conjuntos están orientados hacia la defensa de los valles de La Vecilla y del río Curueño, a fin de evitar la penetración de los militares sublevados». Concretamente las estructuras de Peña Morquera son: seis parapetos, un búnker de galería, una trinchera, una casamata y una galería refugio. Recuerdan los historiadores que los parapetos son «muros realizados con piedras de la zona en los que aún hoy en día se pueden apreciar troneras»; el búnker de galería es «una galería excavada en la roca y desde la cual se divisa la línea enemiga, poseen aspilleras para la colocación de armas automáticas»; las trincheras actualmente constituyen «simples depresiones en el terreno, identificables porque fueron excavadas en zigzag para evitar el ametrallamiento de la aviación»; las casamatas (o búnker) son «estructura de hormigón armado o mampostería con ladrillos o piedras, en las que la morfología más habitual es la circular y suelen poseer dos troneras para la colocación de armas automáticas»; y la galería refugio «galerías horadadas en la roca en las que todavía se pueden apreciar las marcas dejadas por los barrenos de los que se hicieron uso para calarlas; constituyen un excelente refugio cuando bombardeaba la aviación y la artillería. Así Adolf Galland, piloto en la Legión Cóndor, reconoció que la gran cantidad de este tipo de estructuras antiaéreas horadadas por los mineros en el frente asturiano evitó que la aviación alemana pudiera emplearse a fondo y alcanzar con éxito su nueva técnica del bombardeo en alfombra». La temática que complementa esta documentación es un análisis de lo que fue la guerra civil en León y en esta montaña central. Recuerdan Rodríguez y Llamazares que «el golpe militar en León, pensado para el 19 de Julio de 1936, se vió lastrado por la llegada a la ciudad de gran cantidad de mineros asturianos».
En un corto período de tiempo, los sublevados se hicieron con la ciudad e intentaron tomar el control del sector septentrional de la pronvincia, en el que se ubicaban los importantes núcleos mineros de Villablino, Santa Lucía y Sabero. A pesar de esto, las comarcas de Laciana y del Bierzo y de la montaña leonesa permanecieron bajo el control republicano hasta finales de octubre de 1937. Cabe señalar el importante papel jugado por la orografía en la provincia, pues ésta consituyó un obstáculo para ambos bandos.

Por una parte, las comunicaciones con Santander se veían entorpecidas por el puerto de San Glorio, de complicado acceso. El Pontón, Tarna y San Isidro facilitaban las redes de comunicación con la provincia asturiana desde los accesos de Riaño y Puebla de Lillo. Así mismo, el puerto de Pajares constituía la vía de acceso a Asturias; mientras que los de Ventana, Somiedo y Leitariegos permitían el acceso desde Ponferrada, y pasando por Villablino, al territorio asturiano. Los militares sublevados emprenden acciones para presionar el frente hacia la parte más septentrional y así hacerse con el control de los puertos, sin embargo, la contraofensiva republicana logra hacerse con la mayoría de los enclaves.

Ya en marzo de 1937 Franco establece como objetivo principal en el Frente Norte, la toma de las posesiones republicanas. El primero en caer ante la ofensiva de los sublevados fue el País Vasco. Por otra parte, el batallón 6 (antiguo CNT nº 1) de Laurentino Tejerina tomó las posesiones de Cueto Salón (Robles de la Valcueva) y Peña Morquera (La Mata de la Bérbula). Tras su ocupación, los republicanos tirotearon incesantemente la línea del ferrocarril de La Robla. El 25 de septiembre, las tropas del teniente coronel Manso, tomaron estas posesiones así como el pueblo de Valdorria, iniciando la penentración a través del valle del Curueño. De este modo, en septiembre de 1937, el bando franquista había conseguido quebrar la línea de La Magdalena-La Robla-La Vecilla. Tras la caída de Matallana y La Vecilla, los sublevados tomaron Villamanín y Cármenes. El avance de éstos culminó los días 1 y 7 de octubre con la toma de los puertos de San Isidro y Tarna. Esto posibilitó la penetración en el territorio asturiano, tomando la emblemática ciudad de Gijón el 21 de octubre.
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