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El melocotón gigante

05/03/2023
 Actualizado a 05/03/2023
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Buena parte del mundo lector se ha puesto de uñas con el intento de desnaturalización en el Reino Unido de algunos relatos de Roald Dahl destinado a aligerarlos de malsonancias o actitudes despectivas hacia ciertos colectivos. Hoy en día todos pertenecemos a un colectivo, aunque sea de dos personas, y por esa causa encontramos marginación y agravio por todas partes. La cosa no ha quedado en Dahl, sino que se extiende desde hace tiempo a cualquier obra que agravie a minorías y víctimas propiciatorias. Se ponen ahora con James Bond como si despojado de su machismo recalcitrante, testosterona y chulería pudiera seguir siendo James Bond. Resulta curioso, a propósito, que cuando se versionó el Quijote para desmochar el castellano antiguo (dizque obsoleto) no se pusiera tanto grito en el cielo sobre ese Clavileño. Interesa poco la forma, y se nos va de las manos simplificar y edulcorar las narraciones hasta el punto de que acaban por ofrecer una versión de la realidad en 2D sin contraste, sin chicha, sin encaje en una realidad que ya no nos importa tanto como sus etiquetas.

Deserta la ‘fábrica de chocolate’ llamada Ferrovial mandando sus sobres dorados a los Países Bajos después de haberlos sellado aquí y la oposición culpa al gobierno revelando una vez más que ese patriotismo tan vociferado es solo pose pero no atañe a dineros e intereses. España, esa palabra mágica de cuento que todo lo puede, germen de encantamientos, estalla sin ruido como una burbuja de jabón. Mientras, se nos van los ojos a un señor de noventa y pico años pasado de vueltas que como mucho debería servir para plantear ciertos retiros forzosos y repasar la Transición como ese gran cuento de brujos pirujos de nunca acabar.

Otro ejemplo lo ha dado un comité electoral compuesto de ‘Matilda’ y ‘El gran ascensor de cristal’ que pretende contarnos el cuento de que las elecciones municipales van a servir para echar a Sánchez. El sanchismo y el socialcomunismo son versiones oleaginosas de la pompa España, las maldiciones de un averno muy conveniente: a su costa hay demasiada gente que no tiene que dar explicaciones. Y no las da ¿Se han preguntado qué es el sanchismo? ¿Y el socialcomunismo? ¿Y por qué no se denomina al gobierno de esta región popular-fascista? Igual porque suena fatal, pero todo es acostumbrarse. El de la región madrileña, cenáculo filosófico de donde viene este ‘melocotón gigante’, paridero de toda simpleza, podría llamarse ‘El dedo mágico’. Así se titula la historia de una niña que se enfurruña y señala a sus vecinos para escarmentarlos. Un cuento de Dahl, claro.

Hay relatos con tanto cargamento de agravio y falsedad que ofenden lo único que no cabe ofender de ninguna manera, la razón. Pero en las guerras de moralina se nos va la fuerza por la literatura y se atiende menos a los relatos-basura o recalentados que a las ‘crudités’; nos cuentan una ficción ridícula para que no catemos una realidad que da alergia pelar.
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