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El listón derribado

21/10/2018
 Actualizado a 07/09/2019
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Hace medio siglo, en la icónica fecha de 1968, un deportista norteamericano no muy dotado, sorprendió al mundo del atletismo ganando el oro olímpico en salto de altura merced a una nueva técnica que hoy día utilizan todos los saltadores sin excepción. El ‘estilo Fosbury’, que permite rebasar el listón de espaldas en lugar de hacerlo de frente, como hasta entonces, dio la gloria deportiva a su inventor, que había sido objeto de burlas cuando comenzó a ensayarlo. Nunca batió el récord mundial, empero.

De dónde se coloca el listón dependen muchas cosas, casi imperceptibles algunas, otras evidentes, que a la mínima oportunidad definen nuestra altura moral y la envergadura de nuestros compromisos. Contra lo que pudiera parecer, no es necesario situarlo para batir récords o saltar con una técnica impecable y ortodoxa. Por ejemplo: el gobierno de Pedro Sánchez ha visto dimitir a dos de sus ministros en menos de cien días. Tal cosa supone recolocar el listón en un lugar digno y enfrentarse a él con deportividad. ¿Recuerdan, apenas hace unos meses, cuando hacíamos chistes sobre el verbo dimitir y lo poco que se conjugaba en España pese al insoportable tufo a corrupción? La memoria es frágil, largo el torneo.

Se conmovía Philip Roth al recordar en una de sus novelas cómo, ahora hace veinte años, el mundo estaba terriblemente ocupado en dilucidar qué había sucedido en el despacho oval entre Bill Clinton y la becaria Lewinsky. El presidente estuvo a punto de caer, no por cuestiones sexuales de índole personal, sino por mentir en un interrogatorio oficial. ¿Se imaginan? Entonces el listón estaba en su sitio, diríamos, y el presidente debió esforzarse para mantenerse hasta el punto de pedir disculpas en más de una oportunidad. Dos décadas más tarde, Donald Trump pisotea ese listón, tirado por el suelo, como quien ignora que exista la competición, las normas, los competidores.

El listón, esa línea no tan imaginaria que divide el comportamiento entre lo aceptable y lo intolerable parece haber desaparecido, difuminado o simplemente derribado, en muchos países. Los principales del planeta cuentan con gobiernos que no respetan las reglas del juego democrático o los derechos humanos o lo hacen a regañadientes porque aún funcionan algunos de los resortes que los Estados se han dado para limitar la arbitrariedad del poder ¿Hasta cuándo? Por citar los más poderosos, China, Rusia, Estados Unidos, una parte de Europa y ahora parece que Brasil se hallan en manos de líderes peligrosos cuyos discursos y actos demuestran que nada saben de ese listón, de esos límites, de la necesidad de atenerse a ellos para garantizar mucho más que el fair play. No les importa lo más mínimo pisotearlo, porque creen haber cancelado ya la competición por falta de interés. Es el resultado de haber puesto el listón tan bajo tantas veces.
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