El hijo de Greta Garbo

Bruno Marcos hace una lectura del libro de Umbral que incluye una buena parte que transcurre en León

Bruno Marcos
06/02/2021
 Actualizado a 06/02/2021
La actriz Greta Garbo.
La actriz Greta Garbo.
Pocos saben que parte de este libro pasa en nuestra ciudad. Y es muy peculiar la manera en la que Umbral la dibuja en esta novela sobre una madre contada por un hijo, novela que es la alegoría de un mundo y de una España, la de la postguerra, pero también un relato universal que se interna en la experiencia profunda y misteriosa de ser hijo.

«La ciudad, la otra ciudad, el otro planeta de la elipse, el sitio de mamá, era un cielo excesivo y vertical, un sobrante de tiempo navegando gozosamente por sobre los álamos en perspectiva, en cristal de aire prefijando las cosas en la claridad exagerada, exaltando una realidad de río pobre, una poquedad de parque público, un ocio de agosto helado, músicas como brisas en la nieve, avenidas que daban a la nada, alguna estatua centenaria (…) con su ademán de arrojar un puñal o descubrir un mundo».

Al Francisco Umbral niño que llegó a León le pareció que la ciudad tenía fábricas en las que no se fabricaba nada, una estación desmemoriada que perdía enseguida el recuerdo de sus trenes fugaces, una tribu de gitanos junto al río, quioscos de música y frío, ocasos estucados, vagas condesas… y al fondo halló un aire plateresco de orfebre cárcel en cuyas choperas el espíritu de Quevedo se le apareció padeciendo presidio, conduciendo «el pálido rebaño de sus enfermedades».

Aquí el muchacho ve «La catedral, su rosa de los vientos, su rosa de los fuegos, su alta rosa, la catedral, descendida del cielo» y frente a ella coge la primera mano femenina que no es la de su madre sino la de una niña hija de una de las meretrices de la pensión en la que viven. Y por nuestras calles se encuentra con la paradoja elocuente de humor lírico que resume aquel tiempo miserable y despiadado: el primo Paulo podía ser atropellado en cualquier esquina por su propio automóvil confiscado por los vencedores.

Umbral hace memoria, autobiografía que transforma en alegoría para ser biografía de todos, vivifica la novela y novela la vida, aunque en realidad no hace una novela sino arte. El protagonista de estas páginas va narrando su descubrimiento del mundo en la presencia de un ser enfermo y puro, una madre que arrastra un pasado mal visto, con un marido preso, observada con una mezcla de condescendencia, culpa y admiración, en medio de lo que parece ser el silencio posterior a la batalla. La mujer, la madre, bella, delicada, silenciosa, queda descrita como alguien cuya existencia es similar a la de los personajes que existen dentro de la cinematografía; simboliza todo lo que había quedado en suspenso con la guerra, pero también es la construcción mítica que un hijo hace de su madre con los recuerdos, contemplando sus fotografías, imaginando su juventud, sintiéndola en el espacio de la muerte como a Greta Garbo en la evanescencia de las películas. Su extrema elegancia, su destino moribundo, hacen, entre otras cosas, al protagonista primero lector, luego escritor y finalmente huérfano. «Sé que mi madre está viva, no sólo en mi memoria (…) sino en mi organismo. (…) Estoy embarazado de madre».
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