El dragón o el edificio Botines

Por Javier Carrasco

L.N.C.
22/01/2020
 Actualizado a 22/01/2020
La fachada del edificio Botines de la capital leonesa. | MAURICIO PEÑA
La fachada del edificio Botines de la capital leonesa. | MAURICIO PEÑA
San Jorge representado como un guerrero, con hábitos de cruzado, hunde una lanza con gesto displicente en el cuerpo del dragón bajo la forma de un cocodrilo que abre sus fauces y vuelve la cabeza furioso contra el cielo. Las dos figuras de piedra, ante las que los habitantes de León, absortos en sus quehaceres, pasan indiferentes, cansados de verlas, preside la entrada principal del edificio Botines construido en León por Antonio Gaudí a finales del siglo XIX. El inmueble estaba inspirado en los proyectos que alentaba la Escuela de Arquitectura de Barcelona, influidos por el clima nacionalista que reivindicaba la herencia de los siglos XIV y XV en Cataluña. León, con su pasado medieval y su catedral gótica, permitían insertar una obra de esas características, la de una construcción insólita, en el discurrir habitual de sus habitantes, sin que produjese una impresión de total extrañeza. Rodeado por un foso de iluminación, que recuerda el que envuelve la cripta de la Sagrada familia, su primera planta estaba destinada al negocio de tejidos y banca, ocupación de sus propietarios, y las cuatro plantas restantes a viviendas. En 1956 la imagen de San Jorge y el dragón fue retirada ante el estado de deterioro de la original y sustituida por una réplica modelada por el escultor madrileño Rafael García Morales y tallada en piedra por Andrés Seoane.

A diferencia de la tradición oriental, fenicia y sajona en la que al dragón corresponde el papel de una deidad positiva, depositario de los dones del vaticinio y la sabiduría, la tradición cristiana le atribuye un valor negativo, el de enemigo primordial, el principio que se devora eternamente a sí mismo y que debe ser derrotado para imponerse al caos. San Jorge, como cualquier otro héroe solar, se enfrenta a él y lo vence, y al hacerlo invierte esa energía disolvente en otra unificadora. La tradición cristiana medieval representaba al dragón con busto y patas de águila, cuerpo de una enorme serpiente, alas de murciélago y cola terminada en dardo. Antonio Gaudi simplificó esa imagen, muy difícil de trasladar a la piedra, y le dio apariencia de cocodrilo que ya en la religión egipcia simbolizaba el mal.

Quizá sospechando que en el grupo de San Jorge y el dragón primaba una tradición foránea, ajena, pues no se debe olvidar que San Jorge es el patrón de Cataluña y Gaudí era catalán, los nuevos propietarios del edificio Botines desde 1929, los accionistas del Monte de Piedad y Caja de Ahorros, pensaron sustituir la escultura por otra de la Virgen en 1950. Por alguna razón esa idea no prosperó y así se ha conservado hasta nosotros el proyecto original tal como lo diseñó Antonio Gaudí, un edificio que parece arrancado de un sueño y trasladado a la realidad en solo diez meses. Gaudí supo vencer las incontables dificultades que tuvo que vencer en la realización de ese sueño, como San Jorge, en apariencia sin esfuerzo, derrota al dragón ante el desinterés de los que pasamos de largo.
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