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El dilema, al fin

10/05/2020
 Actualizado a 10/05/2020
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He visto a los peores cerebros de mi generación hacerse con los gobiernos más populosos. Tres de esas mentes tan representativas de esta época coinciden en su análisis sobre la epidemia y sus víctimas. Trump: «los accidentes de tráfico son muchos más que cualquier número de los que estamos hablando. Eso no significa que vayamos a decirle a todo el mundo que no conduzca más». Díaz Ayuso: «no podemos prohibir los coches porque haya accidentes de tráfico». Bolsonaro: «¿Algunos van a morir? Van a morir, lo siento. Así es la vida. No se puede detener una fábrica de automóviles porque hay accidentes de tráfico». Al principio, un poco a la ligera, uno cree que se trata de la estulticia que se les atribuye, aquella con la que los minusvaloramos tan equivocadamente. Pero tanta coincidencia escama, delata el intríngulis: existe otra vía para afrontar esta crisis sanitaria. No hacerlo.

Sus afirmaciones nos reprenden: venga, ya valió de ser samaritanos buenos, ahora a lo que vamos, que se está perdiendo mucho dinero, demasiado dinero, y así no podemos seguir. Es una idea que se abre paso marcial, aunque solo la verbalicen gentes con ese don de lenguas alopécicas y esclarecidas. Esa «otra» vía subyace en la actitud de ciertas derechas españolas, siempre a la avanzadilla de la reacción, cuando solicitan una relajación insensata de las medidas sanitarias o remolonean a la hora de prorrogar el plan de lucha contra la enfermedad sin proponer alternativa alguna. Ese mismo plan que los países occidentales han adoptado (algunos incluso más tarde) y que a ninguno se le ocurriría cuestionar. A esa opción política le sobra coherencia si recordamos lo que la identifica respecto al sistema sanitario.

Se abusa del símil de la guerra para referirse a las enfermedades, pero sirve mejor al caso. En las viejas guerras, los mandos militares preveían las bajas que iba a costar cada colina, cada aldea, cada región. Pero en los auténticos despachos del mando se presupuestaban ganancias y pérdidas de balances más asépticos y pecuniarios, aunque tan sanguinolentos o más. Muchas guerras son un negocio llevado a sus últimas consecuencias y las víctimas el precio a pagar por rentabilidades descomunales. En esta guerra ya hay quien está poniendo en un lado los muertos y en el otro las finanzas. No creo que haya nadie que no esté preocupado por el destrozo en nuestra economía que causa y causará esta plaga bíblica. Debemos agradecer a Trump, Díaz Ayuso, Bolsonaro y demás visionarios que nos recuerden con nitidez si estamos dispuestos a soportarlo. Se han vendido menos coches este mes de abril que en un solo día de la vieja normalidad. Los coches, ahora, son recomendables. Las bicicletas también, pero esa es otra historia. Si esta crisis pudiera ser la encrucijada para cambiar el futuro, ellos apremian: business is business.
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