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El centro no existe

28/01/2023
 Actualizado a 28/01/2023
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Los españoles somos apasionados. Hay cuestiones sagradas e intocables. ¡Que se meta cualquier foráneo en Asturies con la Santina! No encontrará ciudadano, agnóstico, creyente o ateo que no lo persiga con agua hirviendo hasta los confines del Principado. Pero esa misma pasión que nos hace defender nuestras raíces también tiende a dividirnos. Somos de «o estás conmigo o contra mí». En España o vino o cerveza, o merengue o culé. El resto de la afición tiene vocación de paria. Por eso el centro político está condenado a morir desde su nacimiento.

Varios han sido los intentos de ocupación de ese espacio ideológico que muchos quieren acaparar, porque en el fondo, ya se sabe, el centro es el que decide, el reducto volátil. Llámalo indeciso, llámalo veleta, bailonguero, saltimbanqui de dogmas, paisanaje políticamente pret à porter, que se lleva puesto el programa electoral con cositas de aquí y de allá, que no se queda en un lado de la tienda, atraviesa la pasarela con gracia intentando dar gusto a todos. Demasiado carca y rancio para la izquierda, excesivamente «progre» y conato de «rojillo» para la derecha. Todos quieren ser él, tenerlo contento, pero si se acoge a unas siglas y tiene proyecto propio, se lo meriendan. Así ha sucedido desde que somos democracia. Por el Congreso hemos visto desfilar a UCD, CDS, UPyD y ahora C’s, por quien ya doblan las campanas.

Ciudadanos había tocado el cielo hace nada. Sesenta y ocho escaños del ala tenía Rivera antes de dimitir por no saber vender relatos. Arrimadas lo ha intentado, pero llega tarde. Incluso ella, la chica de talante y verborrea no ha sido capaz de resucitar a un partido enfermo terminal. No es su culpa. España no perdona a liberales. No entendemos que el centro puede tener lo mejor de la izquierda, sus políticas sociales y lo bueno de la derecha, una gran gestión económica. Somos así, apasionados, el equilibrio no nos cabe en la cabeza.
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