El bosque de Prada

Por Valentín Carrera

14/05/2018
 Actualizado a 17/09/2019
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Con dos cojones y un par». A José Luis Prada Méndez, Prada A Tope, se le ha metido en la cabeza dejar en herencia al Bierzo —entre otros frutos de su talento, creatividad y energía— nada menos que un bosque autóctono; y lo va a conseguir porque, mientras en esta comarca desgraciada rigen nuestro destino gendarmes paticortos, de vuelo gallináceo, Prada tiene visión a largo plazo, cree en el futuro y apuesta por las generaciones venideras.
Como hacían nuestros abuelos —y como hice muchas veces con mi padre en Rimor y las Chanas—, Prada planta árboles, crea un bosque, siembra felicidad.

Prada A Tope hace por su cuenta, con su sudor y sus ahorros, la labor que deberían hacer los irresponsables al cargo, todos sin exclusión, desde la centralista Junta de Castilla y León —ciega, sorda y fotogénica—, hasta el último alcalde y concejal de los treinta y siete ayuntamientos bercianos, y su Consejo Comarcal, sin distinción de partido, partidillo o partidete.

El Bierzo tiene 3.179 km2 de los que el 85%, unos 2.700 km2, es superficie forestal (datos del Mapa Forestal de España, web Educación Forestal). ¿Cuántos de esos 2.700 km2están protegidos y amparados por un plan de ordenación forestal? Han acertado: cero.

Los planes están en la Ley de Montes desde 2003; y también en el Plan forestal de Castilla y León de 2002, pero desde entonces —¡y han pasado dieciséis años!—, la Junta solo ha sido capaz de poner en marcha cuatro PORF: Montaña Occidental de León, Almazán, Valladolid y Sur de Burgos (web JCyL).

Mientras la Junta de Castilla y León se pasa la Ley de Montes y el planeamiento forestal por el forro, en estos dieciséis años los incendios han arrasado más de 68.000 hectáreas, una cuarta parte del territorio forestal berciano (datos de la Escuela de Ingeniería Forestal, ESTIA, julio 2017).

El Plan de Ordenación Forestal del Bierzo ni está ni se le espera por una razón sencilla: se acabaría el negociete. Esto es como el urbanismo, sin plan de ordenación urbana, todo es edificable, y cada huerta una finca en Manhattan. Con el 85% del Bierzo sin ordenación forestal, todo el monte es orégano…

Plante usted pinos, eucaliptos o lo que le convenga, queme el bosque, pastoree, abra pistas para quads o pizarreras; si el soto está invadido de escobas y rastrojos, diga que tiene biomasa; canteras, escombreras y minas a cielo abierto, también son bienvenidas; y si la desidia, el abandono, la falta de vigilancia, los pirómanos y los especuladores provocan incendios forestales, diga que el asunto es muy complicado.

Si usted es consejero o alcalde, mire para otro lado mientras posa para la foto-masaje, santígüese con una brizna de ceniza y a continuación lávese las manos, Pilatos. Está pasando.

Mientras ese 85% de superficie forestal del Bierzo arde por los siete valles —en 2016 y 2017 fuimos la comarca de Castilla y León más castigada por los incendios, sin que se recuerde ninguna dimisión; y este año 2018 vamos camino de repetir el récord—, un sencillo y honesto paisano de Cacabelos, Prada A Tope, conduce en dirección contraria.
En una mañana de primavera espléndida y soleada, de esas que hacen sentir que nos ha tocado en suerte, sin merecerlo, un rincón del Paraíso, Prada me recoge en Canedo con su coche eléctrico y me acerca a contemplar el bosque autóctono que ha plantado a pulso en Los Barredos. Lleva consigo un macuto con pan y chorizo, y una bota de vino para los jornaleros que están colocando el riego. Sí, un bosque con riego: «Si no regamos, los tejos y otros árboles delicados se abrasan cada verano».

El Bosque Didáctico de Los Barredos —fruto del tesón y la inteligencia de Prada, de su compromiso ejemplar con el Bierzo, con la Naturaleza y con la vida— ocupa una superficie de ocho hectáreas (85.000 metros cuadrados, casi veinte campos de fútbol), en los que Prada ha plantado ya más de seis mil árboles de cuarenta y ocho especies distintas: abedules, acebos, alcornoques, arces, castaños, cerezos, cipreses, encinas, fresnos, hayas, olmos, pinos, robles, serbales, tejos, tilos… todo el alfabeto de la biodiversidad, excepto eucaliptos, que esos ya los planta quien usted sabe.
Todo esto lo cava y planta y riega Prada con la filosofía de Gandhi: «Cualquier cosa que hagas será insignificante, pero será importante que la hagas», y su manifiesto apela a la responsabilidad de todos, desde la primera autoridad hasta el último de los bercianos y bercianas, «instalados en una apatía y dejadez vergonzantes».

He visitado el bosque de Prada y he gozado con su felicidad y compartido su orgullo; y hemos sentido juntos la rabia de ver «el deterioro tan brutal de nuestra comarca».Bastaría con seguir el ejemplo de Prada y que cada berciano plantara un árbol al año: 130.000 árboles el primer año, dos millones de árboles en dieciséis años (el tiempo perdido por la Junta de Castilla y León y sus mariachis desde 2002).

Un bosque autóctono, ordenado, protegido y sostenible. Y sin un puto eucalipto (especie declarada invasora). Si ellos no lo hacen, y no lo van a hacer, tendremos que hacerlo nosotros. ¡Arriba las ramas!
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