El 'biministro' del Crucero

Por Pedro Baños, coronel del Ejército de Tierra

Pedro Baños
17/02/2018
 Actualizado a 19/09/2019
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Durante mi infancia y adolescencia tuve la fortuna de conocerte y disfrutar de tu amistad, mi querido José Antonio Alonso. Hasta que me fui de casa, en 1977, para prepararme para ingresar en la Academia General Militar de Zaragoza, vivimos en la misma calle (en nuestra entrañable Pérez Galdós). Tu padre era mecánico y el mío cristalero. Además, y hasta que en el Bachillerato Superior tú optaste por letras y yo me decanté por ciencias, fuimos juntos, casi todos los años, a la misma clase del colegio Leonés, desde la sucursal del Crucero, hasta el centro madre de San Isidoro. Incluso algunos cursos nos llegamos a sentar en el mismo banco. Desde tu época de portavoz de Jueces para la Democracia, cada vez que te veía en los medios de comunicación, en mi mente se agolpaban infinidad de recuerdos de la infancia, ya tan lejana. A pesar de tantos años sin vernos, te recordaba perfectamente. Siempre con libros bajo el brazo, sobre todo una vez que llegaste a la adolescencia, cuando la mayoría de los chicos del barrio seguíamos subidos a una tapia, realizábamos todo tipo de juegos y actividades callejeras casi rozando el gamberrismo o rivalizábamos con otras pandillas.

Recuerdo que cuando en 2004 te nombraron ministro de Interior, desempolvé las viejas fotos del colegio en las que aparecíamos juntos, las cuales enseñé a mis hijos, al tiempo que les contaba como un antiguo compañero de estudios y de mi misma humilde calle, con quien había pasado muchos años cambiando tebeos los sábados por la tarde –sobre todo aquellos de Los Héroes Marvel: Capitán América, Spiderman…–, había sido designado para participar en la dirección de los destinos de España.

Siempre me sentí orgulloso de ti, como me imagino que todos los residentes del Crucero que te conocieron de niño. Sensación que se incrementó cuando en 2006 te nombraron ministro de Defensa, pues te convertías en mi jefe supremo. ¡Quién podía imaginar que alguien de aquel entorno, del que parecía tan difícil salir, pudiera llegar a puestos tan relevantes! Recuerdo cuando meses después me llamaste a tu despacho en el Ministerio, para interesarte por mí y recordar viejos tiempos, donde me recibiste con la amabilidad, sencillez y afecto que siempre te caracterizó.

Representas al hombre hecho a sí mismo, la recompensa al esfuerzo y el tesón. Sé que tu vocación por mejorar las condiciones sociales de tus conciudadanos fue siempre genuina, sincera y desprovista de ambiciones políticas.

Quién mejor que tú para conocer las necesidades de los sencillos. Te acordarás de que los del barrio cuando íbamos al centro decíamos que íbamos a León, síntoma de la marginación que significaba cruzar el río Bernesga, con todo lo que implicaba en calidad de construcción de edificios (en los del barrio, prácticamente en ninguno había calefacción), tiendas de lujo (cuyos escaparates nos teníamos que conformar con mirar) o tantos otros detalles diferenciadores.

Pero también nuestro barrio tenía su encanto. Y a algunos, como a ti, les dio la fuerza suficiente para, sin amedrentarse ni acomplejarse, lanzarse a comerse el mundo. Después de todo, por poco que se hiciera siempre sería un ir hacia delante y una mejora constante. Es quizá lo positivo de empezar desde cero: que se conoce hasta donde se puede llegar a bajar y todo lo que queda por conseguir, lo que hace que las ansías de superarse día a día sean mayores.

Por esas razones, siempre me alegré de que la vida, ayudada por tu enorme capacidad y talento, te diera la oportunidad de alcanzar los puestos de mayor responsabilidad. En ningún momento dudé de tus intenciones de ayudar a los necesitados y de procurar mejorar cuantas situaciones te encontrabas en tu recorrido político, siempre llevadas por los mejores y más nobles sentimientos.

No puedo dejar de subrayar que en ambos ministerios te mostraste como un verdadero hombre de Estado, anteponiendo el bienestar de los ciudadanos a propósitos partidistas, lo que te convierte un político atípico. Por todo ello, nunca te olvidaré, como jamás te olvidará León. Serás eternamente recordado como exponente del carácter leonés: serio, trabajador, honrado y leal.

Descansa en paz, querido José Antonio, y vela por nosotros, los leoneses, para los que siempre serás un ejemplo.
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