“Un pueblo sin bar se muere y no quería ver morir al mío”

Pili Viñambres decidió emprender cogiendo las riendas de La Nueva Rueda en San Cristóbal de Valdueza con 52 años y el reto de recordar lo que Adela, la del cocido, hizo en el pueblo

29/12/2024
 Actualizado a 29/12/2024
Pili colindada por su equipo con el que hace girar La Nueva Rueda.
Pili colindada por su equipo con el que hace girar La Nueva Rueda.

Pili Viñambres, Pulguita o Chispi para los que, como ella, son de casa, no podía ver cómo su San Cristóbal de Valdueza se quedaba sin bar. Había vuelto a vivir al pueblo, aunque nunca se había ido del todo y, en los últimos cuarenta años lo había visto ir a menos.

 "Teníamos cuatro bares y todos funcionaban”, recuerda. Con 17 años ella trabajó al lado de Adela, la mujer del cocido, que llenaba dos turnos de comidas cada fin de semana en el pueblo de montaña por excelencia, que mira a Ponferrada. “Yo quiero ser la nueva Adela” confiesa. Y con esa idea empezó a trabajar en julio de este año.

Por su cabeza pesaba el dejar al pueblo huérfano de su local de reunión. Ella trabajaba en un supermercado desde hacía 30 años y, en 2022, decidió volver a casa, a llenarse los pulmones de los montes Aquilianos y a apellidarse “emprendedora”. Tenía muy claro que quería ser esa Adela que llenara paladares y que hiciera familia con sus clientes. Y sabía que no iba a ser fácil, pero veía un espacio para ella, aunque todos los bares anteriores, incluso algún hotel, habían cerrado sus puertas “sabía que era un problema de sacrificio y yo estaba dispuesta a darlo todo”.

Fachada de La Nueva Rueda.
Fachada de La Nueva Rueda.

Y así comenzó su historia, la de una emprendedora en el medio rural berciana, con ganas y las ideas muy claras. En su cabeza perfilaba un bar que diera apoyo a las casas de turismo rural, que sirviera de avituallamiento tranquilo a los ciclistas y fuera una manera de comer bien y casero para los turistas. Y comenzó a ver posibilidades. Primero quiso hacerse cargo del hotel que se había cerrado, pero las condiciones para hacerlo eran inviables. Contactó con el Secot para que le aconsejaran qué hacer y fue dando pasos al lado de Lázaro Vijande “siempre se preocupó de mi”. Aunque Viñambres tenía claro que iba a ser la nueva Adela “no lo dudé nunca. Y también les convencí a ellos”, dice con simpatía.

Con 52 años se remangó y cogió el local antiguo de La Rueda, un recoleto bar a la entrada del pueblo al que no cambió demasiadas cosas. Sí el nombre, que ahora es el de La Nueva Rueda. Pensó en otros muchos, pero la rueda es la metáfora de lo que está haciendo y le parece acertado, una rueda que se mueve y que lo hace en equipo. Viñambres tuvo claro que era ella la que emprendía, pero necesitaba equipo y contrató a dos personas, Ana y Jorge. Reconoce que no le fue difícil hacerlo y enseguida se convirtieron en ese equipo que ella buscaba “sin ellos esta rueda no funciona”, dice.

El 7 de septiembre comenzó a girar y la respuesta ha sido rotunda “tuvimos un mes fabuloso”. Sus 24 plazas para comer, más las 20 de bar y otras tantas de terraza se han quedado pequeñas muchas veces ante la demanda que tiene “no quiero abarcar mucho, porque quiero dar buen servicio y de calidad”. Incluso cuando le era imposible atender a más comensales llegó a hacerlo de la mejor manera que sabe, como vecina casi, sacando de la nevera lo básico para hacer un plato que, siempre sabe a gloria cuando se hace desde el mimo.

Su clientela son turistas y deportistas que tienen un lugar donde compartir un desayuno o una comida, pero también es un centro de reunión para el pueblo.

La clave de su local es el horario continuo, desde las 9 de la mañana y que solo cierra la cocina los miércoles. Además, por supuesto, del secreto de su cocido “cocer lento desde las 9 a las 2”, explica y completarlo con botillo para hacerlo berciano.

Aunque reconoce que los principios son duros, está cumpliendo un sueño “y lo he hecho sin ayudas” asegura (solo está esperando por la confirmación de una del Consejo Comarcal) y ciñéndose a sus posibilidades, con 5.000 euros de inversión. Ahora, una vez que la rueda ha comenzado a coger brío, tiene nuevas ideas. La próxima pasa por cubrir la terraza y poder usarla cuando nieve “porque es espectacular tener estas vistas, comiéndote un cocido y viendo nevar”, reconoce.

“Quiero que el cliente se encuentre como en casa, que no tenga prisa”, dice, con la filosofía con la que prepara su cocido estrella. A fuego lento, Viñambres ha conseguido su reto, demostrar que “es posible darle vida al pueblo”.

El negocio que acaba de abrir pretende ser un hogar.
El negocio que acaba de abrir pretende ser un hogar.
Vistas desde la terraza del local.
Vistas desde la terraza del local.

 

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