"Lo que pretendo es que la gente ame el Bierzo y lo defienda"

Francisco Arias Ferrero regresa con un nuevo libro de rutas de 9 a 1 para enseñar a querer y destapar los secretos que le regala la Geología y las heridas de la tierra

07/12/2023
 Actualizado a 07/12/2023
El autor del libro retratado en una de sus rutas, con las que quiere enamorar al lector a pasos por el Bierzo.
El autor del libro retratado en una de sus rutas, con las que quiere enamorar al lector a pasos por el Bierzo.

Francisco Arias Ferrero se recuerda a sí mismo deseando caminar. Tenía 17 años cuando se buscó la vida para iniciar su proyecto personal, patear todos los pueblos del Bierzo. En su cabeza veía medio millar de enclaves que sólo conocía por un mapa del Instituto de Estudios Bercianos que quería comenzar a subrayar en fosforito. En amarillo, los lugares que sus pies iban conociendo. Aquel plano reventó del uso y tuvo que coser sus piezas con cinta adhesiva “aún lo conservo así”, recuerda. Es ese el testigo de su necesidad de aprender que notó siempre “como una virtud o como un castigo”, dice, porque le ataba a perseguirla como fuera “el conocimiento te da libertad y la capacidad para defenderte en la vida”, dice con convicción. 

Y así, con sus 17 años y una mochila a la espalda, se las apañó para visitar Burbia “fui a Vega de Espinareda en autocar y desde allí me cogió un Land Rover del cartero, que llevaba gente cobrando”. Esa fue su primera expedición, a la que le siguieron después un sinfín de kilómetros hechos con una Vespa que compró y con sus propios pasos. Y terminó su proyecto. Recorrió todos los pueblos del Bierzo, pero con unos ojos que siempre han ido mucho más allá de la superficie “eso es lo que hace al libro singular”, dice. Así presenta la segunda parte de su publicación, Rutas de 9 a 1, ahora, una edición que le da continuidad a sus 41 rutas publicadas con la colaboración de La Nueva Crónica. Y es que, ese primer libro fue la punta de lanza de algo mayor. Reconoce que tenía 50 rutas que enseñar y otras 30 por acabar, pero no quería que el libro se convirtiera en enciclopedia y rebajó el número.

Ahora publica 21 nuevas rutas más y aún le quedan seis fuera, que tal vez entren en un tercer libro que plantea ya estirando el espacio de sus rutas “quiero hacer más por el Bierzo, pero también por otras tres zonas que me parecen muy interesantes, La Cepeda, Maragatería y Omaña. Y sobre todo por Laciana que me parece que tiene un potencial enorme”, dice. Serían rutas por la parte de la provincia más abrupta, la que linda con Asturias. Sus montañas.

Pero ahora, el caminante ecologista, ingeniero industrial y geólogo por vocación, regresa al diseño de sus rutas para hacerlas sentir “no son relatos, tienes que andarlas y eso lleva su tiempo”, dice, explicando el proceso de creación del libro “tengo cierta edad y ya cuesta más, aunque hago lo mismo que antes”, reconoce.  Metódico en la forma de contar y en los datos científicos, no lo es tanto para ordenar los recorridos que escoge “busco una ruta bonita, no con un ordenamiento cartesiano. Quiero significar el valor del Bierzo, pero, más que un criterio ordenado, caótico”. Así, en lo que se para es en “unir varios puntos” que le interesan y ponerse a andar siempre con la base de la Geología sobre el tapete “me inspira la geología porque lo es todo. De ella vienen los paisajes, define dónde nacen unas especies u otras. Explica todo”. A ello se suma la documentación que quiere que empape cada ruta y el intercambio con la gente de los pueblos que atraviesa “me admiten muy bien y consigo con ellos muy buena sintonía”. Eso le ha llevado a que sus libros sean peculiares “he querido descubrir el paisaje andando y con mis propios ojos”, explica. Y eso le ha hecho que haya encontrado secretos guardados en la piel de tierra berciana que nadie había descubierto.

La variscita, el conocido como oro del neolítico, un mineral peculiar, le sorprendió en Pardollán. La molibdenita o sulfuro de molibdeno también apareció a su paso. Son minerales tremendamente escasos y que se desconocía su presencia en la comarca. Pero Arias, que cuando ve una pala excavadora babea y prepara expedición porque uno de sus principios es que, donde hay cortes de tierras, de esas heridas sale lo que lleva el apellido de único, encontró dos fósiles que han puesto en cuestión incluso la historia. Fue el caso del bivalvo que encontró en Médulas y que “cambió la teoría de la formación” de esta mina romana incluso. Algunos científicos apostaban porque se trataba de una terraza fluvial y este pequeño molusco le da consistencia.

Arias Ferrero también descubrió, en sus andanzas bercianas, un fósil único en la península y uno de tres en todo el mundo. En este caso pasó la frontera berciana para localizar, en la Formación Llagarinos, en Ourense, Galicia un fósil llamado Soluta, que hace referencia a un grupo extinto de equinodermos cuyo origen se remonta al período Cámbrico y que perduraron hasta el Devónico. Reconoce que estos hallazgos aparecen “por esa capacidad de mirar más allá” que tiene. Y que se deja ver en su mochila, donde se une un mazo a un martillo o a una lupa “soy un investigador de la época de Darwin”, se define con una carcajada.

Preservar el testigo de las escombreras

Pero sí es cierto que Ingeniería y Geología aparecen en todas sus rutas. Son las “ciencias de la tierra” que le atraen como a un enamorado las cosquillas en el estómago y que le ha dado ese plus de buscar y encontrar. Y de ver que “queda mucho por conocer. Solo hay que mirar con curiosidad”, dice. Sí le sorprende que estos vestigios de pasado hayan esperado por él para salir a la luz y considera que al territorio le han faltado ganas de aprender de sí mismo “pero así tengo el terreno para mí, sin competencia”. Con los ojos abiertos ante los movimientos de tierra “la geología es un libro abierto”. Por eso también es crítico con la recuperación total de las escombreras del carbón, que destapan fósiles de calidad que muchos de ellos pueblan el Aula Paleobotánica de Fabero. “Deberían dejar al menos un 10% para que se vea lo que había ahí”, pide “para que podamos investigar”, subraya.

Sus pasos muchas veces han abierto las sendas y esa virginidad del paisaje también le ha convertido en investigador “soy casi un maqui del siglo XXI pero, en lugar de esconderme en el monte, mi huida es para investigar el corazón de las cosas”. Y palpita para que él lo escuche, de arriba abajo, dice. Así lee el monte y sus rutas van trazando esas huellas que ahora se convierten en libro.

Una publicación que contribuye a enseñar el Bierzo, en muchas ocasiones desconocido y en ver que el turismo es una veta aún muy en desarrollo “es muy incipiente, queda mucho por señalizar y mantener”. Falta una infraestructura turística que mantenga el sector que, tras la muerte de la minería, se ve como un salvavidas “pero no lo será a corto plazo”, dice, ni con el potencial de otra industria, con la que ve que puede compatibilizarse “una industria puede durar 100 años produciendo, pero una ruta, a veces estará de moda, otras no. Hay muchas competidoras”.

Eso sí, Arias Ferrero considera que el Bierzo se merece estar en el pódium de esos lugares que visitar, siempre que las rutas que se hagan “se mantengan y mejoren”, algo que asegura que es el mayor problema. “También hay que reforestar las zonas que se queman y no dejarlas de monte. Hay que revalorizar el paisaje, plantar nuevos bosques, mantenerlos y dotar de infraestructuras a los pueblos como restaurantes, para potenciar la gastronomía local. No hay que inventar nada. Es solo aprovechar lo que tenemos” y que no quita que la industria también entre en la parte de desarrollo de la comarca.

Preservar la olla berciana

Arias Ferrero quiere descubrir, pisar, ver, encontrar, pero, de cara a los demás “lo que pretendo es que la gente ame el Bierzo y lo defienda. Las rutas están escritas con amor y quiero transmitirlo. No es andar por andar, es amar el territorio”, dice. Reconoce que es es lo que salva a los espacios únicos “la naturaleza se conserva porque la gente la ama. Se inyecta dinero en la naturaleza y eso falta aquí”, dice, mirando a otras zonas incluso menos peculiares. Por lo que no pasa es porque los montes bercianos se conviertan en territorios de aerogeneradores “no quiero el Bierzo rodeado de aerogeneradores. Creo que los cordales montañosos hay que preservarlos”, dice. Es más amable con las placas solares pero siempre, apunta, que permitan el pastoreo bajo ellas. “Hay que respetar la identidad del Bierzo que es la de ser una olla rodeada de montañas”, pide, como mensaje reivindicativo de su nuevo texto que presentará en el Palacio de Canedo el 14 de diciembre a las 20:00 horas, acompañado por el director de La Nueva Crónica, David Rubio.

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